Arizona, Nazi-zona

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Con Roque siempre

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sábado 15 de mayo de 2010

En 1963, en una intervención en la Biblioteca Nacional de Cuba, anuncié que no estaba lejano el día en que se diría «Dalton» como entonces, en 1963, se decía «Vallejo» o «Neruda». Hace tiempo que ese día llegó, y jóvenes de muchas partes lo proclaman.
Roberto Fernández Retamar / LA VENTANA
A Aída
Antes que a Roque, conocí, sin saber que era de él, su poesía. He escrito a propósito de esto en otras ocasiones, por lo que no pretendo ser aquí original. A lo largo de los más de cincuenta años de vida de la Casa de las Américas, solo en dos ocasiones he integrado el jurado de su premio anual de poesía, y en ambas, obras de Roque fueron distinguidas. Una, fue en enero de 1962, cuando los libros se presentaban con seudónimos, de modo que al encontrarme, deslumbrado, con los versos de El turno del ofendido, ignoraba quién sería su autor. Tal libro, a petición mía, obtuvo mención en el concurso, y la Casa lo publicó en bella edición.
Siete años más tarde, en 1969, volví a formar parte del jurado, y en esa oportunidad el premio fue para el libro de Roque Taberna y otros lugares, un título imprescindible en la poesía del siglo XX.
Para entonces, a diferencia de la vez anterior, yo ya sabía bien quién era Roque, y me unía a él una amistad fraternal. Poco después de leer El turno del ofendido, me fue dable encontrarme con su autor, quien había viajado de México a Cuba para participar en una reunión política. Nos conocimos en una librería habanera, y nos hicimos desde el primer momento viejos amigos. Sobre él escribí y publiqué en la revista Casa el poema «Carta a Roque Dalton». En mi cuarto de trabajo tengo una foto suya que me dio con esta dedicatoria: «Para mi querido hermano Roberto Fernández Retamar, esta foto en pose de abnegación. Roque. 1963».
Nos unían ideales literarios, personales, políticos (muy fuertes en él), si cabe hacer estos distingos. En 1962, a sus veintisiete años, ya Roque era uno de los poetas más destacados de aquel tiempo americano. Y vista su tarea en conjunto, creo poder decir que es el poeta más representativo de nuestra generación, a la cual José Emilio Pacheco sugirió que se la llamara «del 59» por razones obvias, y que cuenta con grandes voces y grandes muertos. Mario Benedetti, a propósito de estos últimos, compiló la antología Poesía trunca, editada por la Casa de las Américas, donde Roque ocupa lugar primordial.
En 1963, en una intervención en la Biblioteca Nacional de Cuba, anuncié que no estaba lejano el día en que se diría «Dalton» como entonces, en 1963, se decía «Vallejo» o «Neruda». Hace tiempo que ese día llegó, y jóvenes de muchas partes lo proclaman. Me enorgullece que así sea, y me congratula, por ejemplo, que atendiendo a solicitud que le hice para una entrega de la revista Casa dedicada al centenario de Lenin, Roque me diera unos poemas que crecerían hasta ser Un libro rojo para Lenin.
Por otra parte, como se sabe de sobra, su extraordinaria faena en verso es solo una parte de su extraordinaria faena literaria. Pero en estas líneas no pretendo hacer un balance de su obra ni de su excepcional vida, sino evocar su presencia entre nosotros.
Esa presencia llegó a ser familiar. Recuerdo, por ejemplo, la noche en que Roque llegó a casa con Aída y sus tres hijos para la cena de Navidad. O cuando Roque nos visitaba con flores porque estaba enamorando a mi hija más pequeña, entonces de dos años, quien tiempo después me dijo que ella había creído de veras que Roque era su novio. Adelaida conserva un libro de Roque dedicado «A mi suegra». Algunos años más tardes, uno de los hijos de Roque tuvo pretensiones acaso menos candorosas a propósito de una de mis hijas.
Mis relaciones intelectuales con Roque se hicieron más fuertes cuando lo invité a formar parte del comité de colaboración de la revista Casa de las Américas. Evoco ahora en particular una noche de enero de 1967 en que los miembros de dicho comité tuvimos una cena con Fidel que se prolongó hasta el amanecer, ocasión en que Fidel y Roque se enzarzaron en observaciones sobre el uso de cierta arma.
Sin duda la Casa fue la institución cubana a la cual Roque estuvo más vinculado. Además de los ya nombrados, la Casa publicó varios de sus libros. Pero Roque desbordó la Casa. Ejerció influencia en varios de los jóvenes poetas nucleados en torno al primer Caimán Barbudo; publicó en las revistas Unión, Pensamiento Crítico y Tricontinental; y, desde luego, se entrenó en Cuba para las tareas revolucionarias que se propuso. Su identificación con nuestro país fue tal, que en una glosa relampagueante de un verso de Martí pudo escribir: «Dos patrias tengo yo: Cuba y la mía».
Como corresponde a las verdaderas grandes amistades, la nuestra sobrevivió a las discusiones. Tuvimos una en 1970, y al día siguiente, 20 de julio, Roque me hizo llegar la siguiente carta:
«Estimado Roberto:
Por este medio te reitero mi decisión en el sentido de renunciar a mi calidad de miembro del Consejo de Colaboración de la revista Casa.
Quiero que sepas mi agradecimiento por haberme permitido colaborar en la labor que ha hecho de nuestra Revista una de las más importantes de América Latina y de la Revolución Latinoamericana.
Quiero asimismo insistir en mi fraternidad para ti, nunca desmentida, y en el deseo de que ambos, desde el nivel de nuestras particulares posibilidades, sigamos trabajando en la vida de la Revolución, inclusive uno en nombre del otro.
Con el mismo abrazo:
Roque».
Meses después se disolvió el mentado comité (que Roque llamó consejo) de colaboración, y Roque volvió a publicar en la revista Casa. Pero quiero llamar especialmente la atención sobre su «deseo de que ambos, desde el nivel de nuestras particulares posibilidades, sigamos trabajando en la vida de la Revolución, inclusive uno en nombre del otro». Porque la realidad iba a darme una terrible ocasión de verificar esas palabras, de hablar a nombre de él.
Hace ahora treinta y cinco años, comenzó a circular, en forma vaga, la noticia de su muerte. Fui corriendo a la imprenta y escribí, al final de la entrega 91 de la revista, con el título «Compañero Roque Dalton», estas líneas:
«Al comenzar a imprimirse este número de Casa de las Américas, distintas agencias de prensa están trasmitiendo la noticia de la muerte en su patria, en condiciones todavía no aclaradas, de nuestro querido compañero Roque Dalton. Confiamos en que esta noticia sea falsa, y nos sea dable seguir contando por mucho tiempo con su magnífica presencia creadora. Pero si fuera cierta, el haber conocido íntimamente y durante largos años a Roque Dalton, autor de una obra brillante, combativa y hermosa, nos permite asegurar que hasta el final tiene que haber sido fiel a su vida: una vida al servicio de la Revolución, al servicio de los pueblos de nuestra América, que él defendió y expresó sin cansancio».
Por desgracia, la espantosa noticia resultó cierta, y en el número 92 de la revista Casa, con fecha de agosto de aquel año y la firma de la institución, escribí «Sobre nuestro compañero Roque Dalton» estas palabras:
«Cuando hace algunos meses comenzó a circular la especie de la muerte de nuestro querido compañero y amigo Roque Dalton, nos negábamos a dar crédito a una noticia que tenía todas las trazas de las groseras calumnias que el enemigo no se cansa ni se cansará de urdir […] Confiábamos que Roque estaba vivo, y desmentiría de un momento a otro esa falsa noticia. Desgraciadamente, a estas alturas no nos es dable ya mantener esa esperanza, y estamos en la obligación de hablar por él, y rechazar en todos sus puntos, con la autoridad que nos da el haberlo conocido íntimamente durante los muchos años que estuviera vinculado a nuestra institución, las infames acusaciones que sus asesinos le lanzaran.
Según lo que sabemos, el 10 de mayo último Roque Dalton fue cobardemente ultimado por una minúscula fracción de la organización revolucionaria salvadoreña en que militaba, Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP): fracción que previamente había sido acusada por la dirección del movimiento de desviación militarista y de extremismo pequeñoburgués. El asesinato de Roque Dalton y de otro compañero ratifica dramáticamente lo correcto de ese planteo.
Roque Dalton ha muerto como vivió, fiel a su patria, a la Revolución latinoamericana, al marxismo-leninismo. Precisamente esta fidelidad es lo que no pudieron perdonarle quienes, inficionados con los gravísimos errores de un seudoizquierdismo antisoviético, anticubano, antirrevolucionario, han prestado al enemigo un servicio impagable. La historia los considerará como simples criminales que pretendieron aniquilar, en la persona de un luchador incansable, una limpia y abnegada postura; y conservará el nombre de nuestro querido compañero Roque Dalton, revolucionario consecuente, intelectual brillante y combativo, hombre generoso y cordial, amigo inolvidable, entre los nombres de los héroes, mártires y creadores de nuestra América».
El asesinato de Roque y la monstruosa acusación que sus asesinos le hicieran provocaron honda conmoción. En el número 94 de la revista Casa le dedicamos un homenaje con el título «Para Roque: el turno del ofendido». En su introducción, se leía de él que:
«fue —y seguirá siendo— nuestro amigo, nuestro compañero, nuestro hermano. En la Casa de las Américas trabajó, publicó, discutió, enriqueció. Compartimos con él buena parte de su vida, la vida de un revolucionario infatigable, un intelectual creador, un hombre útil que provocaba cariño, admiración y alegría. […] Un grupo de amigos, compañeros y admiradores le dedican hoy aquí estas palabras. Muchas más le dedicaremos. Pero sobre todo estamos seguros de que su pueblo esgrimirá su nombre como bandera de combate, y hará que su utilidad, como corresponde a todo revolucionario verdadero, llegue más allá de su muerte. Descansarás en la lucha, hermano Roque. Estarás presente, con una sonrisa, en la victoria».
El homenaje incluyó textos, entre otros, de Julio Cortázar, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Régis Debray, Manuel Galich, Carlos María Gutiérrez, Efraín Huerta, Margaret Randall, René Depestre, Roberto Armijo y yo.
En este mayo de 2010 Roque hubiera cumplido setenta y cinco años. Para conmemorarlo, publicaremos el volumen Materiales de/sobre Roque Dalton en la revista «Casa de las Américas», con prólogo de Aurelio Alonso, quien también fue su amigo y compañero. Y, sobre todo, tenemos y tendremos siempre presente a Roque.
La Habana, 4 de mayo de 2010

¡Libertad a Miguel Ángel Beltrán Villegas!

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sábado 15 de mayo de 2010

Ante la proximidad del juicio oral (último paso a la sentencia), el cual probablemente se desarrollará a finales de mayo, la solidaridad internacional con el profesor Beltrán Villegas debe manifestarse con observación en el terreno y la exigencia de un proceso transparente y justo, en el que no se criminalice el trabajo docente e investigativo comprometido.
Gilberto López y Rivas / LA JORNADA
La situación del académico colombiano Miguel Ángel Beltrán Villegas –privado de su libertad desde el 22 de mayo de 2009– confirma un proceso judicial caracterizado por la falta de garantías para su defensa, la ilegalidad de las pruebas en su contra y las irregularidades en las audiencias de su juicio, entre otras anomalías graves. El profesor Miguel Ángel es –junto a otros estudiantes y profesores de la universidad pública de su país– una más de las víctimas de los crímenes de Estado en Colombia, donde el actual gobierno pretende mostrar como logros de la política de seguridad democrática y de golpes al terrorismo lo que en realidad son montajes judiciales y de sus aparatos de inteligencia, todo lo cual redunda en violaciones sistemáticas y permanentes a los derechos humanos de diversos sectores sociales de ese hermano país, que incluyen en particular a universitarios, líderes sindicales, miembros de organizaciones diversas y partidos de oposición pero, sobre todo, de los propios organismos de derechos humanos.
El caso del profesor Beltrán es también una muestra de la complicidad entre estados ideológicamente afines –México y Colombia–, que se distinguen por su obsecuencia al gobierno estadunidense, por su beligerancia contra las libertadas ciudadanas y por el desprecio a los derechos humanos. En ambos países, sendas campañas mediáticas han pretendido engañar a la opinión pública, ignorando que se dio una detención ilegal en México –como ya ha sido denunciado en diferentes momentos y espacios– sin que haya una explicación de autoridades mexicanas como el Instituto Nacional de Migración (INM), las secretarías de Relaciones Exteriores y de Gobernación y la propia Presidencia de la República.
Recordemos que la solicitud migratoria de Beltrán en nuestro país estuvo nueve meses en trámite sin recibir respuesta alguna. Al ir a regularizar su situación, acudiendo de buena fe a una cita del INM, fue expulsado del país ilegalmente. Se le notificó que no cumplió con todos los requisitos al no certificar solvencia económica, acusación falsa porque él entregó el certificado requerido. Se le engañó y torturó física y sicológicamente, como muestra el informe de medicina legal colombiano. El gobierno mexicano violó los derechos de Beltrán a la información –pues nunca se le dijo por qué estaba siendo deportado–, a la defensa, seguridad jurídica, audiencia, recurso judicial, debido proceso legal, representación y comunicación, pues tampoco se le permitió hablar con nadie. Además, el INM ocultó su paradero por varias horas. Finalmente, las autoridades mexicanas entregaron a un académico debidamente acreditado ante la Universidad Nacional Autónoma de México a un Estado en el cual su vida corre peligro, sin darle la oportunidad de solicitar asilo o refugio político, violando así los estatutos del derecho internacional.
En Colombia, a los abogados de Beltrán se les ha negado el acceso a las supuestas pruebas contenidas en los computadores de Raúl Reyes, arguyendo razones de seguridad nacional, ignorando los cuestionamientos que de su veracidad ya han indicado instancias como la Interpol, en cuyo dictamen sobre los ordenadores milagrosos podemos leer: Entre el 1 de marzo de 2008, fecha en que las autoridades colombianas incautaron a las FARC las ocho pruebas instrumentales de carácter informático, y el 3 de marzo de 2008 a las 11:45 horas, momento en que dichas pruebas fueron entregadas al Grupo Investigativo de Delitos Informáticos de la Dirección de Investigación Criminal (DIJIN) de Colombia, el acceso a los datos contenidos en las citadas pruebas no se ajustó a los principios reconocidos internacionalmente para el tratamiento de pruebas electrónicas por parte de los organismos encargados de la aplicación de la ley. Esto es, en lugar de tomar el tiempo necesario para hacer copias protegidas contra la escritura de cada una de las ocho pruebas instrumentales decomisadas antes de acceder a ellas, este acceso se hizo directamente.
Figuran como pruebas de la supuesta vinculación del profesor Beltrán con las FARC nada menos que documentos académicos y de investigación sobre temas de dominio público, como la historia del movimiento estudiantil y el conflicto social y armado en Colombia. Específicamente, se utiliza en su contra un texto denominado Estudiantes, política y sociedad, para el que se solicitó una carta a la Latin American Studies Association (LASA) que certifica ser una organización académica y constituye una de las pruebas de la defensa. Incluso se consideran en su contra entrevistas a medios concedidas por Beltrán desde la cárcel.
El proceso acusatorio evidencia múltiples irregularidades: desde los traslados sin previo aviso e incomunicación con el abogado defensor, hasta la asistencia de supuestas víctimas que con fines ideológicos y políticos señalan al acusado. Todo esto configura un escenario desigual que legitime la condena a Beltrán Villegas por los supuestos delitos de concierto para delinquir con fines terroristas y complicidad en rebelión. Este contexto adverso y de pruebas fabricadas, tan lamentablemente conocido ya cómo los falsos positivos judiciales, es un asunto que no puede pasar inadvertido para colectivos, asociaciones académicas, colegios de profesionistas y organizaciones sociales que en Colombia, México y en el mundo entero reivindican la libertad al libre pensamiento y opinión.
Ante la proximidad del juicio oral (último paso a la sentencia), el cual probablemente se desarrollará a finales de mayo, se considera que la solidaridad internacional debe manifestarse con observación en el terreno y la exigencia de un proceso transparente y justo en el que –como afirma el profesor Beltrán– no se criminalice el trabajo docente e investigativo comprometido.

La historia, ¿maestra del presente?

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sábado 15 de mayo de 2010

Hoy, como en el pasado, las derechas oligárquicas saben cómo movilizarse y aprovechar las coyunturas para retomar el poder que consideran perdido.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)
(Ilustración: el político-empresario Álvaro Noboa, de Ecuador. Un «estilo de hacer política» que se reproduce en América Latina).
El inicio de la democracia en 1979 creó una coyuntura especial para la alineación de las distintas fuerzas sociales. El triunfo en referéndum de la progresista Constitución de 1979, junto al triunfo del joven político Jaime Roldós (1979-1981), así como la continuidad del papel estatal regulador en la economía (sancionado por la misma Constitución), las orientaciones populares del naciente gobierno y el ambiente internacional favorable al «tercermundismo», provocaron la reacción de las derechas económicas derrotadas en el proceso constituyente que había vivido el Ecuador.
La Cámara Nacional de Representantes, por la alianza que hizo su presidente Asaad Bucaram con la derecha política, se convirtió en el foco de oposición a Roldós e inauguró la «pugna de poderes». Progresivamente las cámaras de la producción y los politizados dirigentes empresariales también se alinearon en la oposición y, luego de la muerte de Roldós, combatieron abiertamente al nuevo gobierno de Osvaldo Hurtado (1981-1984), al que tuvieron como «comunista». Pero también el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), el movimiento social más vigoroso de la época, pasó a la ofensiva: una huelga nacional contra Roldós, pero cuatro contra Hurtado (por el aumento de precios, la política económica, el alza de la gasolina y la devaluación del sucre), a quien los dirigentes sindicales tenían como «neoliberal» y de ningún modo «izquierdista», como incluso pretendía presentarse la democracia cristiana unida al conservadorismo progresista en el partido Democracia Popular-Unión Demócrata Cristiana (DP-UDP).
La relativa estabilidad y hasta bonanza económica con Roldós empezó a caer en 1981 por el conflicto armado con el Perú en la Cordillera del Cóndor y se derrumbó desde 1982 con el estallido de la crisis de la deuda externa, que topó de lleno al gobierno de Hurtado. Entonces, a las reacciones políticas se unió el gran argumento del empresariado oligárquico del país contra la «destrucción nacional» a la que supuestamente nos conducía Hurtado y que el diputado León Febres-Cordero capitalizó para encumbrar su figura y tras él todos los intereses del empresariado político y gremial.
Para las elecciones de 1984, la derecha empresarial-oligárquica y los partidos ligados a sus intereses crearon el «Frente de Reconstrucción Nacional» (Hurtado había «destruido» al Ecuador), apostaron por el candidato socialcristiano Febres-Cordero y lanzaron su agresiva campaña por «pan, techo y empleo». Ganaron. Y el presidente León Febres-Cordero (1984-1988) se convirtió en el artífice del nuevo modelo empresarial de desarrollo, que arrinconó al FUT, violó la Constitución y los derechos humanos, persiguió a la prensa, edificó un Estado autoritario y entronizó los intereses del sector privado como si fueran los intereses de la nación.
Se dice que la historia es «maestra del presente». Es una frase demasiado vulgarizada. Pero si de algo ha de servir es para pensar que hoy, como en el pasado, las derechas oligárquicas saben cómo movilizarse y aprovechar las coyunturas para retomar el poder que consideran perdido.

Venezuela: El cerco infame

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sábado 15 de mayo de 2010

Este cerco formado por la hez de la política mundial y el detritus mediático, no tiene nada que ver con la democracia y la libertad. Su obsesión es derrocar a Chávez y entregarle el país a los colaboracionistas para que reviertan las conquistas sociales y desaten la represión contra el movimiento popular.
José Vicente Rangel / Últimas Noticias
Lo insólito no es el ataque a Venezuela y a sus instituciones procedente del exterior, sino la inefable actitud de la oposición. A veces el silencio y otras su abierta solidaridad con esa campaña. Porque el problema no es sólo el cerco internacional montado con diligencia y al detalle, es la colaboración dentro del país con esa política. La infamia tiene muchas manifestaciones, y la peor de todas es volverse contra la tierra donde se nace. Esta afirmación la hago con toda responsabilidad. Y agrego: con infinito desprecio. Porque en Venezuela no hay antecedentes de algo parecido, y creo que sólo en Europa -y en colonias africanas-, durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial y luego, cuando la ocupación nazi, proliferó el colaboracionismo con el agresor exterior.
El cerco se cierra en torno a Venezuela. Lo dirige el establecimiento político-militar-económico de EEUU, desde donde se golpea, a veces la Casa Blanca, otras el Departamento de Estado, o bien la Secretaría de Defensa y el Comando Sur. Los contenidos son los de siempre: contubernio de Venezuela con el narcotráfico; complicidad con las Farc y preocupación por el cuestionamiento de Chávez al capitalismo. En la estrategia se lanzan acusaciones como misiles y a ratos se retrocede para confundir. Acaba de pasar con lo dicho por el Pentágono de que hay militares iraníes en territorio nacional que, poco después, el jefe del Comando Sur, general Douglas Frazer, desmintió. Para volver a la carga, el mismo general, con la acusación sobre la relación Chávez-Farc.
Al gobierno de Uribe le toca el papel de difundir diversas versiones. Tira la piedra y esconde la mano. Acusa a Venezuela de adelantar una carrera armamentista y tolerar campamentos guerrilleros en el país. Y en la política de asociar al Gobierno venezolano con las Farc hay un episodio que devela la intención que anima al Gobierno vecino. Un día cualquiera, unos pescadores en El Amparo informaron que en el lado venezolano de la frontera erigieron unas estatuas de Manuel Marulanda y el «Mono Jojoy». De inmediato el canciller Bermúdez responsabilizó a las autoridades venezolanas de esta «afrenta al pueblo colombiano», y el presidente Uribe agregó: «Ese busto se entiende como una señal de que el país tiene que superar totalmente el crimen, el terrorismo, el narcotráfico», para rematar su encendida retórica así: «El que trate de hacerle un homenaje al terrorismo, lo que nos está dando a los colombianos es la posibilidad de recordar que tenemos que derrotar a los terroristas donde estén». Mientras el embajador norteamericano, el inefable Brownfield -bien conocido en Venezuela- no pudo contenerse y agregó: «En mi país no hacemos estatuas en conmemoración de organizaciones terroristas». El final del cuento es que se comprobó que las estatuas levantadas en la orilla venezolana de El Amparo representaban a Bolívar, el Che Guevara, Fidel y Chávez. Pero nadie se excusó al otro lado de la frontera.
La oposición argentina -esa mezcla letal de defensores de militares genocidas, desertores del peronismo, socialdemócratas reblandecidos, estancieros e industriales que engordaron con el neoliberalismo- aprovecha cualquier oportunidad por descargar, al unísono, a los Kirchner y a Chávez. La campaña sureña es feroz. A Chávez no le perdonan haber auxiliado al gobierno de Néstor Kirchner en un momento económico crucial y aprovechan cualquier circunstancia para apuntalar el inefable cerco. La corrupción es el estribillo que utilizan quienes en el pasado la institucionalizaron tanto en Argentina como en Venezuela. En la ofensiva es pieza clave Clarín, diario del monopolio comunicacional de la familia Noble. El grupo tiene sobradas razones para atacar a los Kirchner. Su pasado lo vincula a los gobiernos militares, y hay un dato adicional clave: la cabeza del grupo, Ernestina Herrera viuda de Noble, carga con el peso abrumador de sus dos hijos que, según todos los indicios, son niños secuestrados al nacer a madres prisioneras luego asesinadas. El proceso judicial se paralizó por años debido a la presión de la familia Noble, y se reinició en los gobiernos de los Kirchner para establecer la verdad. El diario lideriza la campaña contra la dupla Kirchner-Chávez y utiliza cuanta infamia se le ocurre con garantía de difusión en la internacional mediática. Su eco en Venezuela es El Nacional.
El cerco cuenta con otros apoyos. Ejemplo: España. Todos los diarios españoles, desde los reaccionarios como ABC hasta los liberales como El País, están encadenados para la difusión de una imagen perversa de Venezuela. Todo cuanto afirma la oposición consular venezolana rebota allá y en otras naciones europeas. No hay interés alguno por investigar. Por verificar la realidad nacional. Por conocer el tejido partidista, social, sindical que opera con entera libertad, así como los avances sociales logrados y el amplio espectro de relaciones internacionales. Nada de eso interesa. Lo que importa es trabajar con la mentira. Con la falsificación del caso venezolano y contribuir a la desestabilización apelando a cuanta falsedad se gesta en los laboratorios de guerra sucia.
Este cerco formado por la hez de la política mundial y el detritus mediático, no tiene nada que ver con la democracia y la libertad. Su obsesión es derrocar a Chávez y entregarle el país a los colaboracionistas para que reviertan las conquistas sociales y desaten la represión contra el movimiento popular. No invento nada: el modelo sigue siendo el 11-A y los personajes son los mismos. Por ahora apuestan a la victoria en las parlamentarias de septiembre, pero la decepción comienza a embargarlos. Las primarias chucutas del 25 de abril sembraron en ellos la confusión, y en su electorado pesa cada vez más lo que aflora de las luchas internas. Si consiguen un buen resultado buscarán nuevas vías para extremar el cerco. Pero, ¿cómo encararán la derrota? ¿Cuál es el plan B? Es la pregunta del momento.

Puerto Rico: La madurez de los estudiantes

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sábado 15 de mayo de 2010

La lucha de Río Piedras se regó por todo el sistema universitario público de Puerto Rico, porque encarnó un reclamo de justicia y lo hizo con el rostro de la valentía y la audacia. Pero, sobre todo, porque los estudiantes de Río Piedras proyectaron la enorme fuerza espiritual de la esperanza.
Félix Córdova Iturregui * / ADITAL
Los estudiantes universitarios han demostrado, en el escenario concreto de la acción, una gran capacidad de organización y de audacia. Han tejido sus diferencias con el hilo fuerte del debate y la discusión. El resultado es una poderosa enseñanza: la heterogeneidad no es un obstáculo para el despliegue de una voluntad unitaria. Por el contrario, puede convertirse en una fuerza extraordinaria. El paro de 48 horas en Río Piedras se transformó en pocas horas en una huelga indefinida debido a la total incapacidad de diálogo de la rectora Ana Guadalupe. La historia sorprende con sus ironías. Antes de comenzar el paro, Ana Guadalupe aseguró que los portones permanecerían abiertos. Sin embargo, ante la flexibilidad imaginativa de los estudiantes, no tardó en decretar un cierre académico indefinido.

Una tendencia importante se ha manifestado hasta ahora en este conflicto: los estudiantes han sido mucho más efectivos que la administración universitaria en el debate público. Un factor que no debe nunca subestimarse debido a que la esfera pública es el gran pulmón donde respiran las fuerzas en conflicto. El país ha visto cómo sobre la intransigencia y la pusilanimidad de los administradores ha brillado un conjunto sorprendente de voces estudiantiles, variadas y con ricos matices, formando una orquesta de gran resonancia.

¿Esperaba el gobierno el impacto que tendría la audacia del estudiantado de Río Piedras? La arrogancia y la prepotencia ven con dificultad el futuro. La ceguera le viene a la administración de su incapacidad para observar y calibrar los problemas y las fuerzas que se despliegan en el presente, ante sus ojos. Ana Guadalupe es una figura patética precisamente porque es una figura política. Ella, como representación coherente del gobierno de Fortuño, tiene los ojos anclados en el pasado. Todavía sudan la pestilente arrogancia de la victoria electoral de noviembre de 2008.

Apoyados en el fantasma de una fuerza ideológica ya desaparecida, lo que les queda es la fuerza bruta y desnuda de los aparatos represivos del estado. Ana Guadalupe hace pareja, en un baile grotesco, con Figueroa Sancha. Suena como el Superintendente de la Policía: torpe y bravucona.
La lucha de Río Piedras se regó por todo el sistema universitario público porque encarnó un reclamo de justicia y lo hizo con el rostro de la valentía y la audacia. Pero, sobre todo, porque los estudiantes de Río Piedras proyectaron la enorme fuerza espiritual de la esperanza. Ningún recinto salió a la lucha con un gesto mimético de Río Piedras. No. Salieron a la acción y al debate público porque se miraron a sí mismos en el espejo que ante el país levantó Río Piedras. Salió cada uno, con su ritmo propio y con su propio gesto, en defensa de la universidad pública. La belleza del movimiento consistió en su carácter polifónico. Pudo verse en el proceso formado por acontecimientos no simultáneos pero encaminados hacia la convergencia y la unidad de propósito. Ni Ana Guadalupe, ni José Ramón de la Torre, y mucho menos la Junta de Síndicos desde su distancia olímpica, pudieron imaginar un movimiento de tanta envergadura poco antesde finalizar el semestre.

Ante una realidad tan rica, ¿se ha movido la Junta de Síndicos hacia la reflexión y el entendimiento? Hubo un tiempo en que las distorsiones de los políticos de profesión, muchos disfrazados de empresarios, tenían efecto cuando esgrimían ataques con frases hechas contra los estudiantes. En el contexto actual, la situación parece haberse transformado. ¿Quién puede creerle a Ygrí Rivera cuando acusa a los estudiantes por no tener voluntad de diálogo? Si algo han manifestado los estudiantes, una y otra vez hasta el cansancio, es su voluntad para negociar y llegar a acuerdos con una administración que no escucha y mira con desprecio hacia otro lado.

Con este tipo de señalamientos irreflexivos, Ygrí Rivera, presidenta de la Junta de Síndicos, nos da el mejor indicio de la mediocridad administrativa con que se enfrenta la inteligencia organizada de los estudiantes. Una cosa es tener a mano la fuerza bruta del estado y otra cosa es tener argumentos de justicia y de razón. Cualquiera que observe el debate actual puede concluir que los estudiantes, con su inteligencia e imaginación, representan un futuro esperanzador, mientras la Junta de Síndicos, con su intransigencia y prepotencia, vinculadas al partidismo político en crisis, representa un pasado de moral apolillada, más vinculado con la corrupción y la intransigencia que con el futuro de la educación pública.

Me falta todavía destacar el gesto más hermoso de la movilización estudiantil. Me refiero a su fuerza más cargada de futuro: la irradiación solidaria de su movimiento. Mientras la administración universitaria ha descansado en la prepotencia del poder del estado, el estudiantado en lucha por sus derechos ha esgrimido la humildad, acompañándola de la valentía. No ha gastado tiempo en agradecer la solidaridad recibida, ni ha cesado de hilvanar nuevas alianzas para fortalecer sus reclamos. Frente a un movimiento obrero dividido, que no ha podido articular una iniciativa de conjunto capaz de mantener el ritmo de movilización y lucha alcanzado el pasado 15 de octubre de 2009, la lucha universitaria ha ofrecido una figura de unidad y de convergencia en la acción. Sus reclamos se tornaron desde el principio en un asunto de toda la comunidad universitaria: estudiantes, profesores, personal no docente y trabajadores de mantenimiento. La APPU y la HEEND han dado ejemplos de consistencia. Además, la unidad de la comunidad universitaria ha recibido el apoyo de padres y madres de estudiantes, abuelos y abuelas, y muchos otros sectores laborales, religiosos, y de las comunidades.

Los estudiantes forman hoy el corazón de un nuevo movimiento. Todo indica que enfrentarán una situación difícil. La alta jerarquía universitaria, hasta el presente, ha parecido una copia al carbón del gobierno de Fortuño. Las expresiones poco afortunadas de individuos como Figueroa Sancha o Rodríguez Ema, esgrimiendo el insulto y la amenaza, rebotan vergonzosamente sobre la intransigencia de una Junta de Síndicos que se comporta cada día más como un conjunto de patronos, en lugar de proyectarse como el cuerpo directivo de una compleja institución universitaria.

La semana pasada fue rica en manifestaciones: desde la protesta contra el mensaje del gobernador, las actividades artísticas, incluyendo la actividad de los niños, hasta las marchas de profesores y empleados no docentes dirigidas a la presidencia de la universidad con el objetivo de entregar sus pliegos de peticiones, culminando con las manifestaciones laborales relacionadas con el Primero de Mayo. Hace falta mucho camino por andar. Pero no es ocasión para mirar con desaliento. Más vale observar lo positivo. A la marcha del Primero de Mayo, convocada por la Coordinadora y el FASyL acudieron Federico Torres Montalvo y Víctor Villalba en representación de la Central Puertorriqueña de Trabajadores. Felicitaciones para Torres Montalvo y Villalba.

Pero eso no es todo. En su mensaje, el presidente de la UTIER, Ángel Figueroa Jaramillo, destacó el gesto de unidad de ambos dirigentes sindicales. Felicitaciones para el dirigente de la UTIER. Sobre pasos concretos como éstos puede comenzar a dar frutos el ejemplo esperanzador de los estudiantes. La lucha será difícil y compleja, pero solamente la ampliación del espacio de la unidad y la convergencia, en acciones concretas, podrá debilitar o erradicar el desaliento y la ideología pesimista que con frecuencia se escucha descartando las huelgas y las movilizaciones.

Los estudiantes encendieron la ilusión y la esperanza. El país no puede permitir que la esperanza se apague. Mucho menos que la apague la fuerza bruta del estado valiéndose de nuestros errores.

* Profesor de Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

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