El presidente Felipe Calderón, hizo oficial que México ocupa el primer lugar en obesidad infantil y adulta. También afirmó que la primera causa de muerte, así como de amputación de miembros y ceguera en el país es la diabetes, siendo el 90% de los casos provocada por sobrepeso u obesidad. El Instituto Mexicano del Seguro Social y la Confederación Nacional de Pediatría de México advirtieron desde hace diez años el crecimiento de esta epidemia, así mismo la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2006 (Ensanut 2006) lanzó la alerta máxima. El IMSS en respuesta lanzó una campaña en los medios para que la gente cuidara su alimentación, realizara ejercicio y acudiera al médico. Sin embargo, las advertencias y campañas del sector salud no tuvieron mayor impacto, ya que no se estableció ningún tipo de control sobre el contenido de los productos industrializados y tampoco han habido campañas de orientación alimentaria.

A pesar de que la mayoría de la gente reconoce el término de “comida chatarra” no reconoce lo dañino que puede ser el consumo de este tipo de productos, ya que no sólo deja una epidemia de sobrepeso y obesidad sino también de desnutrición, especialmente en la población rural y en la más pobre. Estos productos son de muy baja calidad nutricia, generalmente tienen alto contenido de azúcar, sal y grasas, así como saborizantes y colorantes artificiales. Las grandes corporaciones de la comida chatarra se defienden al afirmar que los hábitos de alimentación y el ejercicio son responsabilidad personal y, sí, es cierto, pero omiten que gastan millones de dólares en publicidad y en trucos para enganchar a las y los consumidores, sobre todo niñas y niños. México se ha convertido en el país con mayor publicidad de comida chatarra en los horarios infantiles de televisión con un promedio de 17 por hora. La Secretaría de Salud estimó que un niño o niña en México se expone a un promedio de 20 mil anuncios de este tipo de publicidad al año. Publicidad elaborada con recursos multimillonarios que inducen a la comunidad infantil a consumir productos que dañan su salud, utilizando los más sofisticados recursos psicológicos para manipular y engañar. Por ejemplo el caso de los jugos “naturales” que no lo son y cuyo contenido de azúcares, colorantes y saborizantes artificiales son perjudiciales para la salud.

También se pueden tomar como ejemplo los cereales de caja que son promocionados como el mejor desayuno posible y en realidad poseen muy bajo valor nutricio. “El Poder del Consumidor evaluó 16 cereales bajo el esquema que elaboró la Agencia de Estándares en Alimentos del Reino Unido. Aunque estos cereales se anuncian como saludables, esto resultó falso, por lo que sería preferible consumirlos sólo esporádicamente. El análisis incluyó 16 cereales y 3 barras de cereales. Los cereales fueron Kellogg´s (Choco Krispis, Chokos, Corn Pops, Froot Loops, Zucaritas, Honey Smacks); Nestlé (Nesquick, Trix, Lucky Charms, Cookie Crisp, Zucosos, Cheerios Miel); Quacker (Choco VBlast, Fruty Ohs, Stars, Sweet Flakes); y las barras de cereal Kellogg´s (Zucaritas, Froot Loops, Choco Krispis).” Estos productos poseen elevado contenido de azúcar y de harinas refinadas, por lo que en todo caso se tendrían que ver como golosinas y así mismo reducir su consumo, ya que contribuyen al deterioro de los hábitos de alimentación y promueven el sobrepeso y la obesidad.

Otros ejemplos podrían ser los gansitos, choco roles, sabritas, cheetos, cocas, pepsis, pizzas, hamburguesas, jugos, néctares, bubulubus, paletas payaso, panditas y hasta agua embotellada, entre miles de productos más catalogados por especialistas y autoridades de salud como comida chatarra, cuya venta generó ganancias por 221 mil millones de pesos a seis de las principales empresas de refresco, alimentos industrializados y comida rápida del país durante 2009. Esa cantidad implica que las seis empresas tuvieron un aumento de alrededor de 25 por ciento en sus ganancias en tan solo un año, en medio de la crisis económica y pese a las “medidas del gobierno federal para abatir la epidemia de obesidad y sobrepeso de la población”, como la emisión de una cartilla única de salud y la unificación de criterios clínicos para el diagnóstico y tratamiento del exceso de peso corporal, “cambios sobre etiquetado de alimentos y bebidas industrializadas para que la gente conozca sus contenidos” y la puesta en marcha del programa “Cinco pasos por tu salud” en las dependencias de gobierno para supuestamente cambiar los hábitos de alimentación y promover realizar ejercicio.

Alejandro Calvillo, director de la organización El Poder del Consumidor señaló que sin duda, estos corporativos obtienen en México las mayores ganancias, ya que aquí venden productos que no pueden vender en otros países, como Estados Unidos y Chile, donde tienen que cumplir una normatividad en materia de salud y publicidad, que en México no se exigen. El 12 por ciento de las ventas mundiales de Coca Cola provienen de México. Así mismo Bimbo, que además de tener el monopolio en la fabricación y venta del pan procesado, pastelitos y galletas, produce alimentos empacados, botanas saladas y dulces bajo 150 marcas distintas como Marinela, Ricolino, Barcel, Coronado, La Corona, El Globo, Gabi, Lara, Lonchibon, Tía Rosa, Milpa Real, Suandy, Wonder, Oroweat y Sannísimo. Sus ganancias aumentaron 46 por ciento en 2009, al pasar de 42 mil a 61 mil 400 millones de pesos.

El origen de la epidemia del sobrepeso y la obesidad es principalmente un cambio profundo en los hábitos de alimentación. En un período de 14 años el consumo de refresco aumentó 40 por ciento en la población en general y entre los más pobres 60 por ciento. En el mismo lapso el consumo de frutas y verduras se redujo 30 por ciento. La Unión de Productores de Frijol declaró que el consumo de esta leguminosa, que era parte fundamental de la alimentación tradicional de la población mexicana en complemento del maíz, y de gran calidad nutricia, se ha reducido más de 50 por ciento. Por el contrario el consumo de harinas refinadas ha aumentado incesantemente, tal como lo muestran los ingresos de Bimbo, y el consumo de cereales integrales se ha reducido, como en el caso de la avena cuyo consumo aumentó en la presentación de cereales procesados de caja. Así mismo el caso del consumo de la harina integral de maíz para elaborar atole y otros alimentos que tienen como base el maíz, se cambiaron por la Maizena elaborada con harina refinada.

A pesar de toda la evidencia en cuanto al deterioro de salud que ha provocado el alto consumo de este tipo de productos, no existen programas de educación para llevar una alimentación saludable, ni existe el control necesario para que las empresas procesadoras no engañen ni violen los derechos de la sociedad, en alianza por supuesto con los medios de comunicación, partidos políticos y demás responsables.

La única recomendación que me gustaría reiterar es que debemos informarnos y tomar conciencia para alimentarnos de forma saludable y responsable.