Palabras de Pablo González Casanova en el seminario Planeta Tierra: movimientos antisistémicos en el Cideci, Chiapas, el 1º de enero de 2013

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Otra política, muy otra: los zapatistas del siglo XXI

 

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Niños desplazados en 1996 de la comunidad Jesús Carranza, captados el 10 de septiembre de 2001 en la comunidad de San Marcos, municipio chiapaneco de SabanillaFoto Francisco Olvera
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Una tzotzil recibe a los asistentes al Encuentro Latinoamericano por la Verdad y la Justicia, el 13 de noviembre de 2008, en Acteal, ChiapasFoto Moysés Zúñiga Santiago
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Pablo González Casanova, cuando asisitió al primer Coloquio Internacional in memoriam Andrés Aubry, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en diciembre de 2007Foto Víctor Camacho
Pablo González Casanova
Periódico La Jornada
Sábado 26 de enero de 2013, p. 2

En primer lugar, propongo que enviemos un mensaje de solidaridad al extraordinario comunicado que publicaron el 30 de diciembre el Comité Clandestino Revolucionario Indígena y la Comandancia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Es un documento de enorme importancia.

Al venir aquí estaba pensando cómo se vincula su sentido a los cambios que ha habido en este tipo de encuentros. Los cambios se han dado en varios sentidos, particularmente en el énfasis cada vez mayor que se está poniendo en la categoría de capitalismo corporativo. Es una categoría que nos permite un análisis mucho más profundo y preciso que la categoría del poder desvinculada del poder del gran capital, y sin articulación con el complejo empresarial, militar, político y mediático, que maneja un proceso mundial llamado globalización.

Por otra parte, me vino nuevamente al pensamiento lo mucho que he aprendido oyendo las reflexiones de los compañeros, producto de la memoria de sus luchas, de la práctica de sus teorías y del encuentro con las que vienen de los movimientos de liberación y emancipación de otros mundos, en particular del mundo occidental, pero también de África y Asia, así como de las luchas de liberación en los años sesenta y setenta en América Latina.

Al llegar aquí me pareció interesante destacar también cómo los zapatistas han enriquecido y precisado el discurso de lo uno y lo diverso, de lo constante y lo cambiante en la historia y la geografía activa y cognitiva. Esas fueron algunas de mis rememoraciones. Pero hace unos momentos pensé que era importante preguntar a un compañero tzotzil: ¿Cómo leyeron el comunicado? Porque cada uno de nosotros lo leyó e interpretó de una manera determinada o predeterminada. Lo que contestó me ayuda a darme cuenta que uno lee de una manera que se puede enriquecer con la manera de lo que otros leen.

El hermano tzotzil me respondió: “No lo leímos como si nos dijera ‘¿quién eres?’, sino ‘¿cómo te vas a ver en este mundo de diferencias y que no es en todo diferente?’ Como si nos dijera: tenemos que encontrarnos y que actuar juntos. Su respuesta se relacionó con algo que vi en el comunicado: el vínculo más estrecho que se proponen los zapatistas con la organización nacional de los pueblos indígenas, así como el intento de aumentar los vínculos con los adherentes a su movimiento, y también de ampliarlos y fortalecerlos con otros movimientos sociales de México y el mundo.

El comunicado y la respuesta del hermano tzotzil me permitieron replantear el problema de que les quiero hablar brevemente.

Ésta es la oportunidad para pensar y organizar una inmensa Red de Colectivos en Defensa del Territorio, y de la Tierra –y de la tierra con t minúscula y con T mayúscula. Es una tarea fundamental, si se piensa en la otra política desde abajo y desde la izquierda, y si pensamos en la dialéctica de las necesidades inmediatas, en que éstas muchas veces frenan o se oponen a las grandes luchas de largo plazo –que las organizaciones de los pueblos más oprimidos logran superar cuando ven cómo les quitan tierras y territorios y la posibilidad misma de vivir.

Hay muchos pueblos en los que se juntan los proyectos inmediatos y los de largo plazo, circunstancia que de una manera u otra los lleva a crear, con la junta de las viejas y las nuevas resistencias y combates, una nueva política –muy nueva– que escapa a la vieja alternativa de reforma o revolución.

En realidad su planteamiento político corresponde a una creación histórica tan nueva que es difícil de entender por quienes viven el presente como si fuera el pasado. El problema no es exclusivo de quienes están movidos por un pensamiento conservador, sino de aquellos que, viniendo del comunismo, de la socialdemocracia o del nacionalismo revolucionario, están acostumbrados a hacer política de partidos electorales, política institucional al estilo del siglo XX.

La posibilidad de crear una Organización Mundial en Defensa del Territorio y de las tierras y la Tierra constituye la posibilidad de enfrentar una política cuyos poderosos dirigentes se están yendo en los hechos a la extrema derecha del capital corporativo y de los complejos empresariales, militares, mediáticos y políticos, mientras la izquierda electoral ha dejado de ofrecer lo que antes ofrecía, o hace ofrecimientos que no cumple, porque no tiene la menor fuerza para cumplir, ni para construir la necesaria fuerza que exige un programa mínimo –efectivo– contra el neoliberalismo y la globalización.

La creación histórica de los nuevos movimientos sociales de los despojados, desregulados, subrogados, se enfrenta a una política de recolonización del mundo por los complejos empresariales militares, políticos y mediáticos, que usan dos elementos del poder: la propiedad y la fuerza; el dominio y la soberanía, el poder de compra del propietario y el imperio del poderoso, la megaprivatización como despojo legalizado de naciones y sociedades, y una conquista del mundo legalizada y disimulada que se apoya en las fuerzas militares y financieras y en los políticos, aliados, subordinados y coludidos o cooptados.

Privatización y ocupación financiera y militar de estados y mercados son dos medidas, de que el capital corporativo y sus complejos se valen para ocupar –como propietarios, acreedores o como colonizadores liberadores que en tiempos pasados se llaman civilizadores. Entre los países privatizados incluyen a sus propios países sede y, por supuesto, al resto del mundo. Con las más variadas medidas financieras, militares, mediáticas han refuncionalizado o anulado numerosos intentos de reforma al capitalismo o de revolución frente al capitalismo.

La refuncionalización de los estados-nación y de los sistemas políticos es tal, que los han destrozado en sus estructuras y organizaciones, en sus sentidos de la vida pública y en sus antiguas luchas, programas y medidas que entre crecientes contradicciones buscaban por lo menos algo del interés general y el bien común. Hoy con el gobernar convertido en gobernanza facilitadora de las megaempresas siguen destrozando, sometiendo y desmantelando de tal manera a los pueblos que cualquier crítico mínimo del actual sistema de dominación y acumulación capitalista no puede seguir pensando y actuando como antes.

Un deseo mínimo de saber en qué mundo vivimos nos lleva hoy a registrar en nuestros conceptos y nuestra conducta que el capitalismo corporativo y sus complejos están destruyendo cada vez más las mediaciones que les resultaban útiles en la posguerra, a las que dieron un fuerte impulso con el fin político de vencer al bloque soviético y chino, y con el económico de aumentar la demanda agregada mediante el desarrollo estabilizador de la producción, los servicios y el consumo, nacionales, públicos y sociales.

Las mediaciones destruidas y en proceso de destrucción por el neoliberalismo y la globalización contribuyeron a debilitar y acabar con distintos proyectos de las fuerzas emancipadoras. Muchas de éstas pensaban lograr el socialismo y la democracia a través de reformas. Sus partidarios defendían ideologías y programas cuya efectividad se comprobaba con el Estado social y el desarrollista. Sus partidarios pensaban que por ese camino podían alcanzar lo que otros seguían planteando como la revolución necesaria, al estilo del 48 del siglo XIX, o como la había planteado Lenin al vincular la lucha de los trabajadores con la lucha contra el capital monopólico e imperialismo en una revolución armada concebida como parte de la revolución mundial.

Las restructuraciones y refuncionalizaciones impuestas por las fuerzas hoy dominantes fueron limitando la política de partidos electorales y parlamentarios hasta suplantar la política de reformas con la de contrarreformas llamadas reformas, y la guerra de contrainsurgencia con la guerra de recolonización, llamada de globalización.

Mientras gran número de las fuerzas progresistas continuaron en la lucha legal y parlamentaria, buen número de los movimientos opositores optaron por la vía armada. En todo caso la acumulación de fuerzas electorales por los partidos logró subsistir hasta hoy, y predominar en las corrientes socialistas y comunistas, y lo hizo y sigue haciendo cuando cada vez están más privadas de sus programas y doctrinas y no defienden ninguno mínimamente coherente en las palabras y los hechos.

Los antecedentes y evolución de este proceso son conocidos. La revolución de principios del siglo XX no estalló en los países hegemónicos del mundo capitalista y llegó cuando la mayoría de los partidos comunistas, en general los prosoviéticos, decidieron luchar como partidos políticos con dos objetivos: el de acumulación de fuerzas y el de incrementar la solidaridad con los países del bloque soviético. En esas circunstancias, las corporaciones y complejos combinaron cada vez más la inmediación violenta con la mediación y mediatización política de sus enemigos de la guerra fría. Durante décadas permitieron o se vieron obligados a permitir el desarrollo estabilizador, junto con la descolonización formal de parte de África, Medio Oriente y los países árabes. Así actuaron hasta que, desde los años sesenta, se inició la gran crisis recurrente y sistémica que una y otra vez dan por superada, lo que en los hechos revela ser del todo falso.

En el curso de la prolongada crisis la posición hegemónica de las corporaciones consistió en abandonar las políticas anticíclicas del Estado social y en pasar al adelgazamiento, desmantelamiento, refuncionalización y recolonización del propio Estado metropolitano y de los estados periféricos.

El capital corporativo impuso políticas financieras, políticas militares, ideológicas, económicas, sociales, educativas, culturales, ecológicas, así como empresariales de dominación y apropiación de estados y mercados. Combinó y perfeccionó las viejas armas combinadas de la represión y la corrupción y dio un salto en sus organizaciones monopolistas para su integración en complejos militares-empresariales-políticos y mediáticos. Buscando dar la máxima efectividad posible a sus megaorganizaciones, recurrió a las nuevas técnicas y ciencias electrónicas, digitales, cibernéticas, altamente funcionales a la organización de sus políticas de expansión global.

La magna organización mundial del capital corporativo y de los complejos empresariales militares les permitió dominar a un mundo que paradójicamente se volvió cada vez más irracional en el inmenso entorno o contexto en que opera, efecto llamado lateral en un mundo al que sus expertos consideran siempre como externalidades, las que en el mejor de los casos sólo se analizan para mejor desarmarlas, dominarlas y explotarlas.

Con la gran crisis de las mediaciones del Estado anterior, los partidos políticos dejaron de distinguirse claramente en programas y políticas, y todos o casi todos actuaron al mismo son. El menosmalismo, como lógica política hegemónica, se impuso en situaciones cada vez peores. Y con la restauración del capitalismo, tanto en el bloque soviético como en el chino las teorías de la revolución y –también– las de la acumulación de fuerzas comunistas, socialistas y socialdemócratas se llegaron a olvidar completamente. Se impuso la lógica de juntar fuerzas a como dé lugar, de limitarse a ganar votos con cuanto partido se pudiera y de reclutar ciudadanos con la meta de lograr puestos de representación popular, que cada vez fueron menos representativos y llegaron a ser nada populares.

Semejante lógica y sus beneficiarios dominaron la subcultura de la inmensa mayoría de la clase política. A esa lógica se aferraron también quienes venían del nacionalismo revolucionario y ya lo habían abandonado con el desarrollismo, así como la mayoría de la nueva izquierda del 68 que los había enjuiciado y que al madurar y podrirse se comportaría como ellos, en triste transformación.

Hoy tenemos, en primer término, que darnos cuenta de que tres grandes corrientes del pensamiento revolucionario, que querían lograr la democracia y el socialismo mediante la revolución, han sido prácticamente anuladas. Muchos de sus integrantes muestran no sólo cierta incapacidad crítica para organizar un proceso de acumulación de fuerzas contra el capitalismo corporativo, lo que se confirma leyendo y oyendo sus programas, sus discursos, sus discusiones, sus enfados. Muchos descendientes de la antigua y de la nueva izquierda, en una inmensa mayoría, ya ni siquiera plantean una política contra el neoliberalismo.

Ante semejante crisis de la autollamada izquierda surge un nuevo movimiento que cambia la geometría política, y que, en México y el mundo, encabezan los zapatistas al enarbolar la bandera de la soberanía nacional, el rojo y negro de la lucha internacional, y las metas emancipadoras que ellos redefinen tanto en las palabras como en los hechos, al clamor de libertad, democracia, justicia. Para aclarar su posición, la geometría política de los zapatistas ya no sólo tiene centro, derecha e izquierda, sino abajo y arriba. Con ella quieren indicar que están a la izquierda con los de abajo. Pero, además, su geometría no es sólo bidimensional. En la práctica es una geometría móvil con redes y entramados de colectividades y colectivos presentes y a distancia, unos descentralizados y autónomos; otros –como el ejército defensivo, integrado alternativamente, por todos los comuneros–, con facultades autónomas para ciertas acciones que se les señalan y que pueblo y ejército respetan con una gran disciplina, y con conciencia de que son el pueblo del ejército y que con su ejército-como comunidad se protege de las invasiones, inundaciones, quemas, crímenes y despojos de que sin éste como fuerza defensiva sería fácil víctima.

Las redes de colectivos y colectividades no sólo son redes de comunicación, sino de acción y también de información y diálogo. La mayoría de ellas está entregada a la cooperación para la producción, para la distribución, para los servicios de alimentación, salud, educación, construcción de infraestructuras y viviendas, cultura.

En esas redes los conceptos se definen con actos y también con palabras, lo que fortalece a unas y otras. En palabras y actos aparece la otra democracia, muy otra, la otra justicia muy otra, la libertad practicada con el saber de los pueblos que hoy combinan las técnicas digitales y cibernéticas con las tradicionales. El proyecto está muy lejos de ser primitivo o aldeano: es solidario, patriótico y humano. Nace en un momento histórico en que el gran capital ha ampliado lo no negociable, esa expresión que de hecho expresa la dictadura del capital y en ésta su objetivo invariable de recolonizar el mundo, con la combinación de políticas de represión, corrupción y enajenación mental, sentimental y volitiva. El complejo y tecnocrático proyecto está provocando esa otra crisis de dominación y acumulación en que el mundo vive, y a la que los expertos y sus superiores responden con proyectos de espectro amplio de corrupción y represión, de confusión y terror, que perfeccionan las guerras llamadas por el Pentágono de espectro amplio.

La guerra y crisis de espectro amplio incluye mucho más que las guerras y crisis financieras y económicas. No corresponde a una crisis coyuntural que se vaya a resolver en uno o dos años, como dicen muchos gobernantes –que constantemente se están equivocando–. Enfrenta y vive una crisis que no es cíclica, no es de corta duración, ni siquiera de larga duración. Es una crisis del modo de dominación y acumulación llamado capitalista, movido por la maximización de utilidades y la minimización de riesgos. Y aun es más: es una crisis de civilización que con las ciudades mercantiles, usureras e industriales, desde el siglo XIV empezó a construir una sociedad, una economía, una política, una cultura, una ecología y una ciencia que hoy están en un estado de crisis tan desastrosa para la humanidad y para ellos mismos que hasta se enceguecen ante los horrores que causan y ante los peligros que corren por su sevicia y su codicia desenfrenadas, los que con un improvisado fanatismo atribuyen a un orden darwinista y hasta divino muy parecido al racismo genocida de los nazis, pero mucho más sofisticado con su inclusión de negros, latinos y mahometanos en el gobierno de las televisiones y acciones de exterminio que presenta a esos pueblos como fanáticos, débiles mentales, corrompidos y terroristas.

No ver lo que ocurre ni entender que sus causas se hallan en el actual modo de dominación y acumulación es el más grave yerro de las ciencias hegemónicas. La contribución a la inadvertencia del mundo realmente existente y sus causas no sólo se da en la en econometría y en las ciencias de la opción racional –disciplinas dedicadas a maximizar las utilidades y minimizar los riesgos del capital corporativo–, sino en todas las ciencias de la materia, de la vida y de la humanidad que ocultan y se ocultan las hazañas que sus superiores realizan bajo nuevas y viejas formas de depredación, de ocupación de territorios, de violación de derechos nacionales e internacionales, naturales y humanos, sino en las formas de que se sirven para ocultar la irracionalidad de un sistema que hace sufrir –sin la menor duda– a la inmensa mayoría de la humanidad y que amenaza la existencia de toda la humanidad. De que hechos y efectos están comprobados no hay duda, como no la hay tampoco de sus causas. Ambos se ocultan sistemáticamente.

En realidad vivimos una crisis que no siempre alcanzamos a entender porque es la crisis de una era y el nacimiento de otra. En nuestra práctica de la teoría no teníamos los elementos mínimos para pensar en el futuro de una historia mundial que nos llevó a la restauración del capitalismo. El error fue gravísimo para muchos de nosotros. Nunca penamos que esfuerzos como los de Lenin y Mao iban a acabar en el desastre en que han acabado, ni que el heroico pueblo de Vietnam iba a terminar donde terminó.

Si, por otra parte, vemos este desenlace de evoluciones y revoluciones como enseñanzas, advertimos que por fortuna hay nuevas formas de plantear los problemas y las alternativas para construir un mundo que deje de ser injusto y autodestructivo. Estas nuevas formas, en sus manifestaciones más positivas y creadoras, guardan memoria de sus experiencias anteriores de emancipación; de las que tuvieron éxito y deben impulsarse y de las que implicaron fracasos que hoy se pueden evitar. También enfrentan nuevos y crueles asedios y despojos de corporaciones y complejos. Si son millones los que sufren la ofensiva de la globalización depredadora, privatizadora, y desnacionalizadora, también se cuentan así los nuevos movimientos de resistencia de campesinos, trabajadores, empleados y pueblos. Muchos enfrentan las políticas de despojo de tierras de labor y recursos naturales, de pérdida de derechos laborales, sociales, políticos, educativos y culturales, o de territorios enteros desertificados, deforestados o invadidos por las compañías y sus fuerzas de choque paramilitares, criminales y policiales. Todos, en mayor o menor medida, sufren las políticas de descrecimiento del consumo, de descrecimiento que deja sin empleo, sin techo y sin pan a un número creciente de los sectores medios y bajos. Muchos son víctimas de la caída de la producción nacional y social a que dieron y dan traste corporaciones y complejos con las nuevas políticas de descrecimiento industrial y tecnológico social y nacional, y con la cesión obligada, negociada y corrompida de recursos y mercados a las grandes empresas y sus asociados y subrogados que se encargan de enganchar a los miserables, depauperados, despojados, desplazados, desempleados, desaparecidos, secuestrados, migrantes, sin papeles, sobrevivientes, a los que levantan y venden o emplean como esclavos, asalariados de sudaderos y prostíbulos listos para ser eliminados y enterrados en fosas comunes cuando ya no pueden o no quieren servir. Si semejantes atropellos generan mundos de terror global, también van generando –en medio del dolor que se alcanza a resistir y de la superación del miedo, que se llama rabia y valor, o coraje– nuevas respuestas que por encima de las tradicionales o meramente críticas no sólo están creando formas de lucha mucho más efectivas para resistir, sino formas de resistencia y de organización más efectivas para construir y preservar la libertad, la justicia, la democracia, la autonomía, la independencia, la fraternidad con los semejantes y con los diferentes, en religión o ideología, en cultura, nacionalidad o etnia.

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Marcha de bases de apoyo al EZLN, el 21 de diciembre pasado en San Cristóbal de las Casas, ChiapasFoto Víctor Camacho

Entre los nuevos movimientos destacan los de las comunidades que han enfrentado durante siglos las políticas de colonización y hoy enfrentan las de privatización como recolonización. A esos movimientos que vienen desde muy muy abajo se añaden los de esa nueva categoría política y revolucionaria que es la juventud.

Las luchas de la juventud sin educación, sin empleo y sin futuro, más temprano que tarde descubren su inmenso peso cuando articulan sus luchas estudiantiles y juveniles con las demás fuerzas emancipadoras y con metas y programas mínimos de organizaciones en red y de colectivos y colectividades.

Los nuevos movimientos emancipadores se distinguen también porque en muchos de ellos están mezclados quienes poseen distintos niveles de educación y distintas experiencias de lucha. Es de ver y no creer cómo combinan y enriquecen sus conocimientos y experiencias para alcanzar objetivos comunes.

Entre esos nuevos movimientos –a escala mundial– destaca el que tiene su origen en una región del mundo que está en el sureste mexicano y que ocupan los antiguos pueblos mayas. En esa región del mundo nació, a fines del siglo XX, un proyecto universal que, desde el principio, fue un proyecto que en la diversidad encontró la unidad, y en la variedad los objetivos comunes de la emancipación humana. El movimiento no se planteó una nueva política asistencial, indianista o indigenista. En el curso de su gestación se fue planteando cada vez más un proyecto dispuesto a defender su transición pacífica para organizar, en el propio movimiento, la sociedad a que sus habitantes aspiraban, y una política mínima de la resistencia para vivir, para defender el territorio, la tierra, el agua, el bosque y la vida, sin limitarse a un concepto aldeano, ni sólo maya ni sólo nacional, y reclamando los derechos a la autonomía de sus comunidades al tiempo que se organiza en éstas el poder de decisión de sus pueblos, que son los que mandan a quienes de entre ellos comisionan o son comisionados en tareas determinadas, sin abandonar todo el tiempo o para siempre las tareas agrícolas, artesanales o caseras, sino volviendo a ellas cada vez que su comisión termina o en el tiempo que la comisión lo permite.

Según el último comunicado, los compañeros y hermanos zapatistas han logrado –en medio de asedios– que en su territorio los niños tengan escuela, los enfermos medicina y hospital, y todos sus habitantes, lo mínimo necesario para vivir. Han logrado que en su territorio no haya narcotráfico ni alcoholismo, ni esa inseguridad genocida que con la corrupción individual y colectiva ataca aquí y allá en el resto del país y el mundo.

En los hechos, los zapatistas confirman que el suyo es un nuevo proyecto de emancipación, construida, que no sólo difiere de movimientos anteriores, como el de Lenin o el de Mao, sino también de otros, como la mayoría de las guerrillas de los años sesenta y setenta.

El gigantesco y modesto éxito de los pequeños entre los pequeños induce a pensar a un nivel mundial en la historia reciente de los éxitos y fracasos de la transición a lo que hoy llamamos otro mundo posible. Al caer el inmenso bloque soviético y chino y restaurarse en esos países el capitalismo con sus contradicciones estatales, empresariales, mercantiles, sociales y ecológicas, una pequeña isla llamada Cuba, que tenía 7 millones de habitantes al empezar su revolución, está allí entera, luchando por el socialismo y la libertad. Podemos pensar que la resistencia de Cuba es un milagro, pero si nos limitamos a un análisis político, tenemos que preguntarnos qué ocurrió en esa pequeña isla, que sigue resistiendo a la potencia imperialista más poderosa y agresiva del mundo.

Debe haber algo. Por más que han sufrido en su contra las campañas más espantosas, padecido un cruel bloqueo, que ya dura más de medio siglo, y enfrentando cuanto tipo de intervenciones legales y criminales existe en la historia del colonialismo, este algo que hay en Cuba muestra ser una mezcla de la enorme cultura de la lucha por la independencia y de la lucha de clases, pero de otra lucha por la independencia y otra lucha de clases… Ya Toussant L’Ouverture, y su hazaña de los esclavos insurgentes en Haití, demostró, en medio de la tragedia, que el esclavo que se libera en un país colonial no se libera, pues siempre vienen los ejércitos de los napoleones a acabar con el proyecto liberador del esclavo.

El mismo problema se plantea a otra escala, no sólo en las comunidades de origen indígena de la primera conquista, sino en las comunidades nacionales: el problema de combinar las luchas de las comunidades por la autonomía con las luchas por la independencia de las naciones. Pues ni unas ni otras se liberan si no se juntan.

En el caso de Cuba, la solución aparece en la conjunción muy seria y profunda de Marx y de Martí. Así como los zapatistas toman la palabra y el concepto de dignidad como forma de enfrentarse a la dictadura del poder, así los cubanos dan a la moral un sentido político de organización de la resistencia y de moral de lucha que integra la articulación, cooperación, solidaridad, fraternidad o de hermandad practicadas, que no se queda en un decir, que no se queda en la moralina de la que hablaba Benedetti, sino que se vuelve una realidad capaz de enfrentar sus propias contradicciones y las que activa el enemigo.

La gente que en política no tiene esta práctica de la moral cree que todo esto son tonteras, o que nada más estamos hablando. Pero ahí está una realidad que no podemos ignorar… La moral de la lucha por la independencia organizada con la lucha de clases y con la lucha por el socialismo y la libertad. Y, volviendo a nuestro tema y su situación actual, advertimos cómo al abrirse y articularse a la diversidad del mundo y de México, como lo acaba de hacer el movimiento zapatista, tenemos que plantearnos el problema de las resistencias frente a la nueva ofensiva de cooptación, corrupción e intimidación de las corporaciones y complejos y de sus asociados y subordinados. Si éstos durante un tiempo privilegiarán el diálogo para la cooptación, no por sus dulces voces dejarán de tener escondido un gran garrote, como dijo aquél. Mantener la dignidad con la capacidad de diálogo y la firmeza con la capacidad de lucha emancipadora será crucial.

Por las experiencias anteriores vamos también a confirmar que, aparte de las características de recolonización del mundo que muestra el capitalismo, su crisis va acompañada de una crisis de la moneda, del salario, del crédito y del modo de acumulación. Con eso no quiero decir que vaya a otro modo de acumulación, o que se va a repetir lo que ocurrió en crisis anteriores, sino muestra una y otra vez su tendencia a las políticas de depredación, depauperación, privatización, desnacionalización, que por sentido común enajenado están llevando a los ejecutivos de corporaciones y a los ejecutivos de gobiernos a posiciones cada vez más agresivas, corruptoras, privatizadoras y desreguladoras…

En crisis anteriores también existió una combinación de los modos de acumulación depredadora con los modos de acumulación salarial. La depredación o la explotación de colonias, la ocupación de territorios y países enteros se hizo en crisis anteriores. Ahora es mucho más serio que se haga porque la contradicción entre el modo de dominación y acumulación capitalista enfrenta una crisis de sus propias soluciones.

Por una parte está en crisis el proyecto del imperialismo único o dominante que durante un tiempo tuvo Estados Unidos. Ese proyecto falló –como lo ha analizado y demostrado Wallerstein– y está en crisis irreversible. Se están formando dos bloques, informes todavía, pero uno y otro manejados por aquello que Roosevelt temía mucho. El presidente Roosevelt dijo alguna vez: Le temo más a los negocios organizados que al crimen organizado. Se quedó corto, porque ahora se juntó el negocio organizado con el crimen organizado.

Todo revela una crisis muy fuerte que no sólo se da en Estados Unidos o Europa, sino en Rusia y en China, cuya capacidad de producción es inmensa y cuya capacidad de destrucción también es fatal. En la teoría del Pentágono se habló desde los cuarentas de la guerra atómica como guerra de destrucción mutua asegurada. No se trataba de una doctrina como algunos de sus expertos pretenden hoy era y es un hecho. Ya era un hecho entonces y es mucho peor ahora. Si se ha dejado de hablar del mismo no es porque sea menor, sino porque es peor. Hace más de medio siglo las bombas atómicas fueron superadas en su poder letal por las nucleares, y en todo este tiempo se mejoraron los sistemas de lanzamiento terrestre y extraterrestre, aéreo y marítimo, así como los mecanismos autodirigidos. Y no sólo proliferaron las bombas en tierras, cielos y mares, sino en el número de países que disponen de ellas, y en el tamaño cada vez más pequeño a que las nuevas tecnologías han contribuido.

Si la producción para una guerra nuclear supuestamente defensiva sigue su marcha es porque las bombas nucleares y todos los aparatos que sirven para la guerra son un negocio gigantesco, y son el motor principal de la economía de las grandes potencias. Controlar las crisis recurrentes con una guerra mundial es el imposible que no se puede hacer posible.

Hay otra crisis, la de la sociedad del conocimiento. Es la crisis del conocimiento de los rulers, de los dueños y señores de corporaciones y complejos, ya sean gerentes de las megaempresas, o jefes de gobiernos reducidos a gerentes de sus países. Todos ellos buscan que venga el capital corporativo a salvarnos, porque dizque va a crear empleo, cuando ya se sabe que por cada empleo que las corporaciones crean se pierden cientos entre los pequeñas y medianas empresas y hasta en los trabajos de los artesanos y vendedores de la calle. A sabiendas de eso el mentiroso argumento se usa hasta por los gobiernos que se dicen socialistas, que ponen en marcha políticas para ser competitivos a costa de los trabajadores y las juventudes y de los habitantes de la tierra, de los suelos y subsuelos, de las fuentes de agua y las fuentes de vida. El arte globalizado de gobernar consiste en ocultar la realidad para construir la sociedad del desconocimiento.

No sólo se da la crisis de la corrupción y la represión, de la política perfeccionada de la zanahoria y el garrote, de las armas y la economía de guerra, sino del conjunto de la vida y del proyecto humanista religioso o laico. Y es en esas circunstancias que el zapatismo, con sus comunidades y los adherentes que se suman a los de abajo y a la izquierda del mundo entero, busca deshacerse de las cadenas posmodernas del capital monopólico y sus panegiristas.

En el nuevo encuentro con México y el mundo tenemos que darnos cuenta de que no podemos exigir a todas las fuerzas que luchan por la libertad humana que luchen con la misma posición política que tenemos. Como se puede advertir en la lectura que se hizo del comunicado, hay elementos particulares en este país que no se dan en otros países y otros que sí se dan.

Dentro de la gama de la resistencia universal vemos cómo la más avanzada es Cuba que, más que la última revolución marxista, es la primera del nuevo tipo, en la que… si el proceso se inicia desde arriba y a la izquierda, crea la lógica revolucionaria de que el Estado y quienes lo construyen tienen un papel pedagógico muy significativo para que todo el pueblo sepa lo que saben las vanguardias y para que estas aprendan lo que saben sus pueblos. Nunca debemos olvidarlo: si en 1959 había unos cientos de seres humanos que sabían de todos estos problemas, ahora son millones de cubanos los que saben de todos estos problemas, y eso no es cualquier cosa.

A partir de un movimiento emancipador, indudable en la importancia que da a la construcción del poder del pueblo trabajador, podemos ver a otros países, como el nuestro, y ver lo que de particular y general hay en otros movimientos. El EZLN, primero se levantó en armas y tomó varias ciudades; después aceptó dialogar. Antes de los diálogos de San Andrés tomó una medida extraordinaria –que en gran parte se debe a don Samuel Ruiz– quien contribuyó a que se suspendiera el fuego en una guerra que apenas estaba por empezar. Ese hecho fue en verdad extraordinario y en él, y siempre, el EZLN mostró su vocación de paz.

Es lo más raro en la historia de la humanidad que dos ejércitos que están a punto de iniciar una guerra firmen un pacto de no agresión y digan vamos a hablar. Vinieron los diálogos de Catedral primero. Después los diálogos en el ejido de San Miguel. Después los diálogos de San Andrés. Hubo un momento en que se aceptó la lucha en el terreno de la paz. Pero, ¿qué pasó con esa lucha? La traicionaron todos los partidos y también la traicionó el gobierno.

Entonces el EZLN dijo ahora nos encerramos, pero nunca su proyecto fue nada más luchar abajo y a la izquierda. No, si podemos luchar arriba, también vamos a luchar arriba. El problema es mantener los principios fundamentales de la dignidad y la autonomía, de la democracia como gobierno del pueblo con el pueblo y sus luchas por la justicia y libertad, y de mantener, con esos principios, una gran disciplina como la que mostraron los zapatistas en el desfile organizado y desarmado que hicieron como una nueva carta de presentación de su vocación de paz. El orden impecable que mostraron el 2l de diciembre confirmó una diferencia fundamental con la manifestación de los jóvenes estudiantes, en cuyas filas se pudieron meter los tradicionales agentes provocadores. En estas filas no se podía meter ni un insecto provocador.

Los cambios que se dan en los movimientos de que es pionero el EZLN no provienen de posiciones teóricas o emocionales, sino de teorías experimentadas y de experiencias pensadas. En este momento histórico confirman la posibilidad de definir la lucha como un proyecto de democracia organizada, de autonomía organizada, de libertad que fortalece y cuida la organización del pensamiento, de la dignidad y de la voluntad colectiva y combativa, y en que todos los actores cumplen con su palabras.

En un proceso semejante y distinto de los nuevos movimientos de liberación se encuentran otros países que están en la resistencia frente al proyecto colonizador de las corporaciones y los complejos. Entre ellos, a la cabeza, está Venezuela –puedo equivocarme–; también se encuentra Bolivia –con más contradicciones y dificultades–, y quizás Ecuador. Pero hay otros que están resistiendo, como Uruguay, con la gran fuerza de una democracia muy vinculada a la cultura socialista y marxista. Se encuentran también quienes en Argentina de pronto se enfrentan a la toma de las islas Malvinas por el imperio británico, y no sólo se enfrentan a la deuda externa, sino cancelan la deuda externa. Se trata de resistencias nuevas en las que no estamos insertos, pero que tenemos que respetar y alentar para el triunfo sobre sus contradicciones internas y externas con la formación de un Estado-pueblo en que se organicen, hasta tener la inmensa mayoría, la fuerza de la independencia de los trabajadores, de las comunidades y de la juventud, todos listos a triunfar sobre la corrupción y la intimidación.

Tenemos que aprender a acercarnos a un mundo que es diverso, que es distinto, pero que tiene problemas parecidos y que puede luchar de maneras diferentes. También tenemos que seguir superando nociones como la del poder en abstracto, y pensar que si el poder es nuestro, lo vamos a hacer muy distinto de quienes lo tienen. Por eso es que el subcomandante habla, con esa capacidad de expresión que domina, de otra democracia muy otra. Vamos a hacer un muy otro poder. Muy otro no tiene nada que ver con el poder de las corporaciones y el poder del crimen organizado, o con el poder de los paramilitares y con el que le da la subrogación de trabajadores a las corporaciones… Es otro poder: el poder del mundo moral y combativo…

No podría detenerme sin decirles lo agradecido que estoy con los compañeros de esta universidad magnífica, y sin pedirles que estudiemos mucho más a fondo el pensamiento de los zapatistas como un pensamiento que viene de la experiencia universal del ser humano y de la experiencia que ellos, como descendientes de los pueblos mayas y de las rebeliones universales han tenido y tienen en su lucha por la democracia, por la justicia y la libertad.

Para hacer política de izquierda hay que pronunciarse también sobre el futuro

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lunes, 6 de agosto de 2012

Rómulo Pardo Silva (especial para ARGENPRESS.info)

El medio digital ruso RT publicó preocupantes artículos de prospectiva ecológica. Las personas de izquierda deben desestimar explícitamente los peligros que advierte, o de aceptar que son reales integrarlos en su discurso y programa.

Ninguna izquierda tiene derecho a ocultar información para hacer campañas políticas.
Se puede leer en RT (1):
“Para el 2050, si la humanidad no deja de crecer se enfrentará al desastre ecológico, la falta de recursos energéticos y el hambre. La idea de una reorientación de los recursos económicos de la Tierra y un nuevo orden planetario apareció en los años 90 del siglo XX. Sin embargo, no detallaba cuál sería el mecanismo para seleccionar a los países con prioridades, el método de administración de la riqueza o el número de representantes que tendría el supuesto gobierno mundial. Pero el vicepresidente del Centro de Comunicaciones Estratégicas, Dmitri Abzálov, explica que el mundo ya se está moviendo hacia este sistema de gestión planetario y está eligiendo sus propios caminos, como la creación de grandes bloques regionales.
En su opinión, para que la humanidad no aniquile a la Tierra necesita aumentar la eficiencia de la explotación de los recursos. Después será necesario detener el crecimiento de la población y pensar en las perspectivas de ocupación de nuevos territorios que ahora no están poblados. En este caso no se trata de una colonización de planetas cercanos, sino de aquellas áreas ‘vacías’ de la Tierra, indica el experto.
Anteriormente, la Organización de la Naciones Unidad para la Agricultura y Alimentación (FAO) señaló que para nutrir a una población mundial de 9.000 millones de personas, como se estima que sea para el 2050, la producción mundial de alimentos deberá crecer un 70 % desde ahora, algo que no se considera posible.
La compañía agrícola de Estados Unidos Cargill afirmó que la era de los alimentos baratos se terminó: la población mundial aumentará en 2.000 millones de personas, lo que condenará al planeta a la muerte por hambre ya en 2050.
En el 2030 los precios de los productos alimenticios básicos en todo el mundo, incluyendo granos, se duplicarán debido al crecimiento demográfico, la desaceleración en la producción agrícola, así como por el calentamiento global, según los pronósticos de la organización internacional de promoción del desarrollo y lucha contra la hambruna (Oxfam). De acuerdo con los autores de este informe, en los próximos 20 años la tasa de crecimiento en los precios de los alimentos será del 120%, siendo el deterioro de las condiciones climáticas para la agricultura el principal factor. No obstante, para el 2050 la demanda mundial de alimentos se incrementará en un 70%, mientras que el ritmo de crecimiento de la producción de alimentos disminuye, encontrándose actualmente por debajo del 1% anual, según los expertos. “El sistema alimentario mundial se encuentra prácticamente en estado de quiebra”, dijo al presentar el informe, Barbara Stocking, directora de Oxfam. “Todos los datos muestran que el número de personas hambrientas en el mundo es cada vez mayor”, agregó Stocking.
Teniendo en cuenta los volúmenes actuales de producción, las reservas de petróleo se agotarán en el transcurso de no más de 50 años, afirma el estudio de la WOC.
El sector del empleo ha agotado sus recursos y ha alcanzado un punto sin retorno. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) advierte que el mundo se ve amenazado por un nuevo declive con una cifra de 200 millones de desocupados que podría causar disturbios sociales.
Casi 900 millones de personas en el mundo carecen de agua potable y casi el 39% de la población mundial, es decir, más de 2.600 millones de personas, no acceden a servicios de saneamiento básico, según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización Mundial de la Salud
Al menos 5 millones de seres humanos mueren cada año por enfermedades vinculadas a la falta de agua y saneamiento, lo que equivale a diez veces más que el número de muertos a causa de guerras en el mundo. Menos del 1% del agua del planeta es dulce y accesible para los humanos y su cantidad es limitada. Debido a que el número de habitantes está creciendo rápidamente, la utilización del agua crece aún en mayor medida. Ante una situación de escasez de agua la amenaza se cierne sobre tres aspectos fundamentales de la existencia humana: la producción de alimentos, la salud y la estabilidad política y social. Si la población sigue aumentando se necesitará mucha más agua para alimentarla. Un estudio encabezado por el experto en Ecología Rob McDonald proyecta que el número de personas en ciudades con escasez perenne de agua aumentará a casi 1.000 millones para 2050, particularmente en Asia y África debido a los movimientos demográficos. La escasez de agua significa que en la mayoría de los países habrá que pagar precios más altos para comprarla, caminar distancias mayores para conseguirla, y además generará el problema de la disponibilidad de alimentos y el surgimiento de enfermedades por el consumo de aguas contaminadas.”
No se mencionan ahí guerra nuclear, finanzas sin economía real, competencia de países productores, agotamiento de minerales, depredación de los océanos, resurgimiento nazi. Se ha dicho que la especie humana está en peligro de desaparecer porque lo que el hombre le hace al planeta es insostenible en el tiempo.
La obligación ética de la izquierda es pronunciarse sobre esta perspectiva con un sí o un no informados. Los temas están planteados con independencia de la reacción de las masas.
¿Habrá alimento, petróleo, agua para el libre consumo siempre? Contestar que sí permite plantear solo correcciones en el orden actual. Responder que no implica aceptar que en algún momento ocurrirá un quiebre y emergerá una realidad global diferente, amenazante y casi con seguridad dolorosa. Por ahora la postura tiene mucho de personal.
Algunos pocos ven en ese hipotético gobierno mundial en formación un fascismo ecológico y proponen un socialismo ecológico humanista.
Los análisis sobre partidos, movimientos, protestas, elecciones, son atingentes pero no justifican ‘editar’ lo relacionado con el futuro.
Quienes perciban un cambio de civilización deben proponer la suya.
Referencia:

1) http://actualidad.rt.com/economia/view/50557-futuro-negro-planeta-recursos-energia-se-agotaran-2050

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¡Que extraño!: No puede ser tan simple (Abordando eso gris, que parece la teoría)

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miércoles, 1 de agosto de 2012

Jorge Aniceto Molinari (especial para ARGENPRESS.info)

Muchos de mis amigos y compañeros han tratado de explicarme que lo que vengo predicando desde hace ya unos cuantos años es muy lindo pero irrealizable.

También es cierto que las leyes fundamentales del modo de producción capitalista han sido magistralmente estudiadas por Carlos Marx, Federico Engels, Wladimir Lenin, entre los más destacados.
Es en el estudio de esas leyes y en el análisis de la realidad que llegamos a conclusiones para debatir. El problema es que hoy el debate está cerrado y sin debate es imposible progresar en las salidas posibles.
Hemos analizado que el modo de producción capitalista pone en el desarrollo de las concepciones sociales la confrontación de clases o la paz social según convenga a sus intereses. De ello están teñidos todos los enfoques de la realidad social, desde la derecha a la izquierda, de la izquierda a la derecha. Pero así como el “pour se mouve” de Galileo, también han existidos los análisis de Marx. Ahora estos análisis que están ahí escritos han soportado la deformación, la idealización.
La lucha de clases es anterior al nacimiento del modo de producción capitalista, pero es sobre esa lucha que el modo de producción se desarrolla.
El problema con las idealizaciones es que la crisis las hacen pedazos y la vuelta al análisis del modo de producción es fundamental.
Uno de los temas a dilucidar es que pasa con la tasa de ganancia. Los analistas llegan a la conclusión de que la producción real en el mundo crece todavía un 4%, ahora la tasa de ganancia se agosta permanentemente, y los capitalistas asfixiados buscan miles de forma de inversión en lo que sea para mantenerse a flote. También los analistas llegan a la conclusión de que la actividad financiera en el mundo es nueve veces superior a la actividad productiva real. En esta actividad están hoy la guerra, el lavado de dinero, la droga, etc. etc. sus ejecutores pertenecen a la lumpenburguesía, se sienten por encima de la actividad productiva real, es el caldo de cultivo para el fascismo.
Mientras oficialmente todas las corrientes sueñan con un restablecimiento del sistema, porque así fue la historia hasta ahora, comienzan a sentirse los efectos irreversibles de la crisis y sus posibles consecuencias.
Lamentablemente el atraso en el análisis real de la economía hace que en el desencadenamiento de las circunstancias de crisis vaya quedando la decisión en pocas manos y el peligro del uso de las armas nucleares crece. Los sectores dirigentes de Europa discuten el impuesto a las transacciones financieras no como un cambio en la economía mundial sino como un atenuante a sus exigidas economías. Por ese camino no es solución, pero la crisis lo va a replantear una y otra vez.
Ahora que pasa con el conjunto de la sociedad: está en otra cosa. Discuten el poder y como unos u otros se quedan con él. ¿Para hacer qué? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Los capitalismos de estado atemperan la crisis, no la resuelven y a su vez en un corto plazo la crisis vuelve a replantearse. Hoy prácticamente todas las asesorías empresariales trabajan en la baja de los salarios y de las pensiones, es su única variable de ajuste, y ni sueñan trabajar sobre los impuestos como salida a la crisis. Lo que no dicen es que aunque el salario sea cero, la competencia en el mundo y el desarrollo tecnológico es tal, que tampoco es solución.
Hay todavía en la izquierda una rémora stalinista que sueña con los planes quinquenales sobre la base de la estatización de la economía. Es desde estos sectores donde parte hoy desde la “izquierda” las críticas a gobiernos como los de Cuba, Venezuela, Ecuador, etc. etc.…favorecidos en parte por la falta de propuestas para el mundo de estos gobiernos. En algún momento la han tenido, como cuando Fidel Castro abogó por la Tasa Tobin. Como en el arte de la guerra, lo que no se lleva al campo del enemigo termina en nuestro campo. El capitalismo en crisis abarca el mundo, se manifiesta en formas diferentes en cada país o zona, pero la crisis es global, y solo podrá tener soluciones globales.
Como en la primera Internacional de Marx y Engels, los trabajadores del mundo coinciden hoy en sus intereses comunes: terminar con la predominancia del modo de producción capitalista.
Sostenemos que es necesario ayudar a que el capitalismo muera en paz y que el fin de la predominancia de este modo de producción necesita de dos reformas fundamentales: la moneda única universal, y que el sistema impositivo esté basado en la circulación del dinero, dando fin a los paraísos fiscales, y a todos los sistemas impositivos actuales basados en el consumo, los salarios y las pensiones.

Vulgarmente se valora erróneamente como capitalismo el atesoramiento, pues es esto lo que se exhibe con más vistosidad en plena crisis. La esencia del sistema no es el atesoramiento sino la permanente reinversión que es lo que hoy por el agostamiento de la tasa de ganancia pone en cuestión todo el sistema. La democratización de la economía vendrá precisamente por el control impositivo de esta circulación y lo recaudado será para hacer social un desarrollo de la producción, para la cual el capitalismo comienza a estar imposibilitado. Es la superación de un modo de producción por otro que en esencia representa las necesidades de la humanidad: el socialismo. Como hace 100 años se replantea: socialismo o barbarie.

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¿Soberanía, para qué? si eso ya no se usa

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martes, 31 de julio de 2012

Alberto Maldonado (especial para ARGENPRESS.info)

Definitivamente, soy anticuado. Alguna vez, alguien, que yo creía de izquierda, me dijo que yo era “un nostálgico” No digo que no; pero, en ciertas cosas (en muchas cosas) el pasado siempre es mejor. O por lo menos eso es lo que parece. Ahora que soy viejo, pienso, por ejemplo, que en la cercana “antigüedad” se nos enseñaba a entrar saludando o a que las personas mayores tenían ciertos atributos en buses y colectivos. Ahora no. Casi-casi los jóvenes esperan que el viejo (ja) les ceda el asiento, porque están cansados.

A los de nuestra época, se nos enseñó, por ejemplo, que las naciones del mundo tenían a su haber eso que se llama soberanía, libertad; no para hacer lo que se nos ocurra, sino como respeto a los demás. Yo estimaba que, como país, reconocido por otro país (los dos libres y soberanos, reconocidos además por las Naciones Unidas) podríamos establecer nuestras normas de conducta. Y, como en todo, no podíamos hacer lo que nos dé la regalada gana. Teníamos que sujetarnos (queramos o no) a ciertos límites; límites que están dados por algo que se llama soberanía. Ahora, pregunto ¿para qué soberanía?
Yo pensaba que Ecuador (país que tiene su asiento en las NN.UU.) puede establecer relaciones diplomáticas económicas, deportivas, con otro país (Irán) que tiene su asiento en el gran foro de las NN.UU. y que los dos países pueden establecer contactos cuando y como les dé la gana. Sin que nadie puede objetar esas relaciones. Pero no ha sido así. Hoy en día, según buena parte de la llamada gran prensa sipiana (impresa, radial, televisiva y de internet) y según los pelucones de distintas especies, tenemos que “pedirle permiso” al gran imperio, sino queremos tener problemas.
La señora de Clinton (Hillary) desde hace rato, por decir algo, se ha arrogado la facultad de decirle a los países del mundo, si un gobernante está bien o está mal; debe quedarse o debe dar paso a lo que se llama la “democracia occidental y cristiana” Se permite decirle a los egipcios que el señor Mubarak (su sirviente) debe entregarse. Solo que a domicilio (por viejo) ya que le van a dar cadena perpetua. O, el señor Obama, a pesar de su negritud, ordenando que un equipo especial del ejército USA elimine, sin fórmula de juicio ni nada, al señor Bin Laden, en la antigua Pakistán. Y que todo siga igual.
¿Antes era otra cosa? No, definitivamente no. Antes siempre era peor solo que se mantenían las apariencias. Y las apariencias engañan. No sabíamos que debíamos tener una cierta dosis de “prudencia” para no herir susceptibilidades. No sabía que si los Estados Unidos de Norteamérica “se enoja” (por lo que sea) con algún país (Irán, en este caso) el Ecuador no puede hacer negocios con este país, que le caen encima el GAFI, los pelucones de distinta especie y los otros países, que están en esa órbita. ¡Allá ellos!
En estos tiempos, la señora Clinton (que ya se ha adueñado de ese apellido) dice, por ejemplo, que el señor Assad debe irse del cargo de Presidente de Siria; y debe irse lo más pronto posible. Pregunto, ya que soy de oficio preguntón: ¿por qué no le dice lo mismo a los jeques árabes de Arabia Saudita y del Bahreim, que ya llevan décadas en el poder? Es que son amigos de EE.UU y de los imperitos. Ya le oí al señor de Gran Bretaña, que, por última vez, daban una prórroga “improrrogable” de 30 días más al señor Assad, a fin de que o se compone (les dé las debidas disculpas a EE.UU y a los demás del llamado “primer mundo”) lo que al parecer es incomponible; o se vaya a casa o a dónde sea. Si no me equivoco, fue el señor Richard Nixon (ex Presidente de USA, ya fallecido) quien dijo algo que viene como anillo al dedo (yanqui, desde luego) “Es cierto que esos dictadores son unos hijos de puta; pero, son nuestros hijos de puta” Se refería a los dictadores de los años 60 del siglo 20, tipo Somoza, Strossner, Trujillo, etc.
En cuanto a Siria, por estos días, la gran prensa sipiana mundial (de la SIP-CIA) ya le “otorga” la calidad de contendiente y acepta que se trata de una lucha sin cuartel entre unos invasores armados hasta los dientes (por Turquía, que no se caracteriza precisamente por ser un país democrático) y una “resistencia” que ha aparecido de la noche a la mañana, en Siria mientras los verdaderos enemigos del señor Assad, están cómodamente instalados en Londres, la sede de los olímpicos mundiales. Hasta hace pocos meses, el señor Assad era el malo que mataba a los niños y niñas, sin que hasta la fecha hayan ensayado alguna explicación. Hoy, según la gran prensa mundial (que para algo sirve) se trata de una guerra entre dos facciones sirias.
Por ahí leí, hace poco, que lo que están ensayando en el Medio Oriente (que está lleno de petróleo) es el nuevo colonialismo; que ya se viene a América Latina. Los primeros “patos” serán Cuba; y tras ella, la Venezuela de Chávez. No muy atrás, constan los nombres de Correa, de Morales, de Ortega. Y, ¿por qué no? de la mismísima Cristina Fernández, si sigue nacionalizando las siglas emblemáticas del imperio y de los imperitos. Por algo el Presidente USA James Monroe dijo Hace siglos: “América para los americanos”; dicho en otras palabras, “América (Latina) no puede ser sino para los norteamericanos” Así ha sido, a través de los tiempos. Solo que, “por poner el mal ejemplo” individuos como estos Castro en Cuba (Fidel y Raúl) y sale este Chávez, que dice que el petróleo que tiene Venezuela debe ser, en primer lugar, para los venezolanos, etc.
¿Qué cómo funciona eso? Se preguntarán los lectores inexpertos en estos menesteres. Pues bastante sencillo: se contrata “a precios razonables” una escuadra de sicarios (matones sin trabajo) y ellos, como tarea, tienen la de establecer alguna “cabeza de playa” a fin de que el mismísimo imperio y sus aviones sin tripulación; y los imperitos, que tanto problema de desocupación tienen, vayan y obliguen al Consejo de Seguridad de las NN.UU. la necesidad “humanitaria” de intervenir en ese país. No importa si para ello hay que “liquidar” a medio país, como pasó en Libia. Hay que eliminar a los “herejes” no importa si quedan con vida los que no son. Es decir, los pelucones. Es lo que le pasó a Libia; pretendieron hacer lo mismo con Siria; para de ahí pasar a Irán
¡Que estoy diciendo una barbaridad! Recuerdan los “historiadores” que la última vez que pasó aquello fue en la época de la Santa Inquisición de la Iglesia Católica y Apostólica; y que por ello, algún Papa (de los recientes) ya pidió perdón. Lástima grande que todos sus poderes no hayan sido capaces de devolverles la vida a los que fueron a parar en la hoguera bárbara o en la horca. Ya se quedaron bien muertos; de lo contrario habría que preguntarle a la mismísima santa Juana de Arco. ¿O no vale nada que la Corte Suprema de los EE.UU. haya pedido perdón por el “trágico fallecimiento” de los anarquistas italianos, Sacco y Vanzzeti, aun cuando los viejitos de la Corte se hayan demorado 60 años. Lo mismo les va a pasar a los 5 héroes cubanos, que fueron sentenciados a penas en todo el gran país del norte, sin derecho a visitas conyugales. No sé cómo le van a hacer, pero hay uno que está sentenciado a doble cadena perpetua y a 15 años más, por si acaso.
Es decir, se sigue aplicando lo del perro rabioso: muerto el perro, muerta la rabia. Nada que ver con la pobreza, la miseria, el abandono, la desocupación, la insalubridad, etc. A pesar de que se dice que la humanidad ha progresado y que la medicina idem; se sigue matando primero al perro porque según los pelucones se mata de esta manera la rabia. Así que la medicina viene más rabiosa que antes, contra los “sudacas”, según los españoles que ahora se mueren de hambre. ¿Cómo va a ser justo que los “señores” se estén muriendo de hambre y desocupación; y los sudacas vuelvan a sus países, más frescos que nunca, a hacerse ricos.

Esto me recuerda que don Abdalá, cuando era Presidente de Ecuador, fue a Panamá con 80.000 dólares en sueltos, a repartir a los y las pobres panameñas. Esto, ahora que ha vuelto a pronunciarse su nombre como posible candidato de la “izquierda ecuatoriana” para los comicios de febrero del 2013. Sobre el tema, vuelvo a preguntar: ¿es que la izquierda ha caído tanto? Alguna vez escuché (no sin buenas razones) que en Ecuador es difícil saber a ciencia cierta quién es de izquierda y quién es de derecha. Sobre el tema propongo que acojamos la tesis nada menos de Fidel Castro, que en su libro sobre la Paz en Colombia, dice y repite que para hacer una revolución solo basta con ser honrado; pero una honradez que sae de su propi personalidad. A este paso, los de derecha son de izquierda, si son honrados a carta cabal. Lo cual es muy difícil, si son de derecha.

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Democracia en América Latina

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martes, 3 de julio de 2012

Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)

En 1884 José Martí fue lapidario: “…No se funda un pueblo como se manda un campamento…”.

En el siglo XIX, cuando el liberalismo y el capitalismo se consolidaban en Europa y los Estados Unidos, las vanguardias patrióticas latinoamericanas conquistaron la independencia, no mediante plebiscitos sino por medio de la guerra. Antes que líderes políticos, nuestros próceres fueron jefes militares habituados a mandar y a ser obedecidos. Los mariscales, generales y coroneles de la independencia y sus herederos se convirtieron en presidentes, senadores y alcaldes.
El mismo proceso histórico que engendró a la clase criolla y a los patricios dio lugar a las deformaciones estructurales que abrieron espacios a la oligarquía y a los sátrapas que asumieron las repúblicas como botín y fueron precursores de nefastas tradiciones políticas.
De las formas de gobierno
El presidencialismo nació en los Estados Unidos, donde el riesgo de crear un “rey sin corona” fue conjurado por George Washington que trabajó por impedir que la monarquía se trasladara a la república. Eso explica por qué entre la declaración de independencia en 1776 y la adopción de la Constitución en 1789 transcurrieron 13 años, en los cuales se debatió cómo evitar que el gobierno federal y el presidente tuvieran excesivas atribuciones. La solución fue: conceder las mayores prerrogativas al Congreso, separar los poderes del Estado y adoptar el federalismo.
Por su parte en Europa occidental, por temor al radicalismo republicano, se optó por establecer la democracia liberal sin repudiar a las monarquías se introdujeron los sistemas parlamentarios. Aunque ninguna de aquellas experiencias resultó perfecta, ambos modos de encarar el poder y la dirección de la sociedad en sus respectivos entornos han resultado viables.
En América Latina no ocurrió así porque no se adoptó lo uno ni lo otro y si bien siguiendo el modelo estadounidense se estableció el presidencialismo, fórmula ideal para los caudillos y la oligarquía, no concurrió el respeto a las constituciones, la separación de los poderes ni el compromiso del liderazgo con el país. A ello se añade la dependencia al capital extranjero y el sometimiento político a los Estados Unidos.
En otra parte de Europa, primero en Rusia con la Revolución bolchevique y luego en Europa Oriental se trató de evadir las reglas del parlamentarismo y el presidencialismo creándose gobiernos más o menos colegiados que en la Unión Soviética asumieron la forma de “Soviet” y de “Consejo de Estado” en los países del socialismo real.
La idea que prometía avances en el funcionamiento de la democracia fue abortada, entre otros factores por inconsecuencias y por la introducción de elementos en el sistema político que no resultaron eficaces, además de por concepciones equivocadas acerca del carácter del Estado y por el papel atribuido al liderazgo. Un elemento extremadamente perjudicial fue la creencia que para suprimir la democracia burguesa era preciso cuestionar la democracia en su conjunto.
Actualmente mientras en Europa, Estados Unidos y Asia apenas se discute la pertinencia de los sistemas de gobierno establecidos, en América Latina existe una intensa lucha a favor y en defensa de la democracia, que es ahora una bandera de la izquierda frente a los esfuerzos de la derecha oligárquica y pro imperialista por mantener sus privilegios y secuestrar el poder del pueblo.

Los intentos golpistas en Venezuela, Bolivia y Ecuador y los golpes de estado consumados en Honduras y Paraguay han relanzado el debate. Les prometo nuevos comentarios. Allá nos vemos.

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Las izquierdas en Latinoamérica: necesidad de repensarlas

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La izquierda necesita hacerse un replanteamiento en tanto expresión de un pensamiento alternativo al capitalismo, a la lógica del libre mercado, a la sociedad de clases -crítica que no significa el desechar los ideales de cambio luego del derrumbe del socialismo europeo sino su profundización a partir de las lecciones aprendidas-.

 

Marcelo Colussi / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de Guatemala
La región latinoamericana tiene características bastante peculiares en tanto bloque. Si bien hay diferencias, marcadas incluso, entre algunas zonas -el Cono Sur con Argentina, Chile y Uruguay es muy distinto a Centroamérica, por ejemplo; o sus países más industrializados, Brasil y México, difieren grandemente de las islas caribeñas-, en su composición hay más elementos estructurales en común que dispares.
Los rasgos comunes que unifican a toda la región son, al menos, dos: a) todos los países que la componen nacieron como Estado-nación modernos luego de tres siglos de dominación colonial europea; y b) todos se construyeron intengrando a los pueblos originarios en forma forzosa a esos nuevos Estados por parte de las elites criollas. Estas características marcan a fuego la historia y la dinámica actual del área.
En un sentido, toda la historia de Latinoamérica en sus ya más de cinco siglos como unidad político-social y cultural, es una historia de violencia, de profundas injusticias, de reacción y luchas populares. De las rebeliones indígenas a la actual propuesta del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) como proyecto de integración no salvajemente capitalista, las fuerzas progresistas han jugado siempre un importante papel.
Las izquierdas políticas en sentido moderno (con un talante socialista podríamos decir, marxistas incluso) han estado siempre presentes en los movimientos del pasado siglo. De hecho, con diferencias en sus planteamientos pero con un mismo norte, en casi todas las sociedades latinoamericanas se dieron procesos populares de construcción de alternativas socialistas, o nacionalistas antiimperialistas, en búsqueda de mayores niveles de justicia. En algunas llegando a ocupar aparatos de Estado, con experiencias disímiles, pero siempre con un talante popular: Chile con el procso de Salvador Allende a la cabeza, Cuba y Nicaragua con sus revoluciones vía armada, Bolivia con un proceso particular de nacionalización y reforma agraria; Guatemala con una perspectiva similar de corte antiimperialista; Venezuela, Bolivia o Ecuador en la actualidad, con proyectos nacionales con matices de izquierda; en otras experiencias, peleando desde el llano: movimientos sindicales, reivindicaciones campesinas, insurgencias armadas.
Sin ánimo de hacer un balance de esta historia, lo que vemos entrado ya el siglo XXI es que la izquierda no está en franco ascenso, pero tampoco ha muerto como el omnímodo discurso neoliberal actual pretende presentar. Es más: luego de la furiosa y sangrienta represión de los proyectos progresistas de las décadas de los 70/80 y de la instauración de antipopulares políticas privatistas en los 90 del siglo pasado, después del derrumbe del campo socialista y un período donde las luchas por mayores cuotas de justicia parecían totalmente dormidas, en estos últimos años asistimos a un renacer de la reacción popular.
¿Estamos entonces realmente ante un resurgir de las izquierdas, de nuevos, viables y robustos proyectos de cambio social?
Hoy día suele hacerse la diferencia entre izquierdas políticas e izquierdas sociales. Hay, sin dudas, un cierto retraso de las primeras en relación a las segundas. Para decirlo de otro modo: los planteos políticos de fuerzas partidarias a veces han quedado cortos en relación a la dinámica que van adquiriendo movimientos sociales. Muchas veces las reacciones, protestas, o simplemente la modalidad que, en forma espontánea, han tomado las mayorías, no siempre se ven correspondidas por proyectos políticos articulados provenientes de las agrupaciones de izquierda. Con variaciones, con tiempos distintos, pero sin dudas como efecto generalizado apreciable en toda Latinoamérica, hay un desfase entre masas y vanguardias. Lo cierto es que desde hace algunos años la reacción de distintos movimientos sociales ha abierto frentes contra el neoliberalismo rampante que se extiende sin límites por toda la región.
Toda esta izquierda social ha tenido impactos diversos, con agendas igualmente diversas, o a veces sin agenda específica: frenar privatizaciones de empresas públicas, organización y movilización de campesinos sin tierra o de habitantes de asentamientos urbanos precarios, derrocamiento de presidentes como en Argentina, en Bolivia o en Ecuador, oposición a políticas dañinas a los intereses populares. Por ejemplo, la suma de todas estas movilizaciones impidió la entrada en vigencia del Area de Libre Comercio para las Américas -ALCA- tal como lo tenía previsto Washington para enero del 2005, o frenó la instalación de empresas multinacionales extractivas (mineras o petroleras) en más de una ocasión. Eso, por cierto, no es la revolución socialista, pero constituye momentos importantes de una larga lucha de resistencia popular.
El abanico de protestas es amplio, y a veces, por tan amplio, difícil de vertebrar. Los piqueteros en Argentina o los movimientos campesinos con un fuerte componente étnico en Bolivia, Ecuador, Perú o Guatemala, el zapatismo en el Sur de México o la movilización de los sem terra en Brasil, son formas de reacción a un sistema injusto que, aunque haya proclamado que «la historia terminó», sigue sin dar respuesta efectiva a las grandes masas postergadas. ¿Hay un hilo conductor, algún elemento común entre todas estas expresiones?
Hoy por hoy, diversas expresiones de la izquierda política, o al menos, expresiones que caen bajo el excesivamente amplio y difuso paraguas del denominado «progresismo» -la izquierda que en estos momentos es posible: moderada y de saco y corbata- tienen en sus manos el aparato del Estado en varios países: Brasil, El Salvador, Uruguay, Argentina. Habrá quien ni siquiera esté de acuerdo con considerar a estos gobiernos como expresiones de la izquierda. Tal vez no se equivoque quien así lo vea, pero para la derecha (nacionales, o para el discurso hegemónico de Washington, ese difuso abanico no deja de tener valor de «desafío». Con esos proyectos populares, con cierta preocupación social (más, al menos, que los gobiernos neoliberales abiertos), las posibilidades de transformaciones profundas, tal como están las cosas y dada la coyuntura con que arribaron a las administraciones estatales, son limitadas, o quizá imposibles. Más aún: son «izquierdas» que, en todo caso, pueden administrar con un rostro más humano situaciones de empobrecimiento y endeudamiento sin salida en el corto tiempo. En modo alguno podría decirse que son «traidores», «vendidos al capitalismo», «tibios gatopardistas». La izquierda constitucional hace lo que puede; y hoy, en los marcos de la post Guerra Fría, con el triunfo de la gran empresa y el unipolarismo vigente -más aún en la región latinoamericana, botín histórico del imperio estadounidense, cada vez más inundada de bases militares lideradas desde el Norte- es poco lo que tiene por delante: si deja de pagar la ominosa deuda externa, si piensa en plataformas de expropiaciones y poder popular y si se atreve a armar a sus pueblos, sus días están contados. Es más: ni siquiera es necesario pensar en tales extremos de radicalización: coquetear con propuestas con sabor a popular ya puede ser motivo de reacción, y en algunos países pequeños, como Honduras, Haití, Guatemala, puede llevar a golpes de Estado, disfrazados hoy por hoy, pero golpes al fin (Manuel Zelaya en Honduras o Jean-Bertrand Aristide en Haití fueron movidos de sus presidencias, y casi se logra lo mismo en un momento determinado con Álvaro Colom en Guatemala).
¿Es mejor, entonces, desechar de una vez la lucha en los espacios de las democracias constitucionales? Es un espacio más, uno de tantos; pero no más que eso, y deberíamos ser muy precavidos respecto a los resultados finales de esas luchas. La experiencia ya ha demostrado con innegable contundencia que cambiar el sistema desde dentro es imposible (los casos de Venezuela, Bolivia o Ecuador son una pregunta abierta al respecto: ¿hasta dónde pueden llegar sus transformaciones reales en tanto se mueven en la lógica delas democracias representativas clásicas?) Los movimientos insurgentes que, desmovilizados, pasaron a la arena partidista, no han logrado grandes transformaciones de base en las estructuras de poder contra las que luchaban con las armas en la mano (piénsese en las guerrillas salvadoreñas o guatemaltecas, por ejemplo, o el M-19 en Colombia). Todo lo cual no debe llevar a desechar de una vez el ámbito de la democracia representativa; debe abrir, en todo caso, la pregunta en torno a los caminos efectivos de las izquierdas. Algo así como la pregunta que se hacía Lenin hace más de un siglo en Rusia zarista: ¿qué hacer?
Las izquierdas que hacen gobierno desde otra perspectiva (Cuba, o Venezuela con su Revolución Bolivariana, una izquierda bastante sui generis po cierto, o procesos como los de Bolivia o Ecuador, interesantes semillas de fermento popular sin dudas) son el blanco de ataque del gran capital privado, expresado fundamentalmente en la actitud belicosa y prepotente de la administración de Washington.
Lo que está claro es que en esta post Guerra Fría, con el papel hegemónico unipolar que ha ido cobrando Estados Unidos y su plan de profundización de poderío global, Latinoamérica es ratificada en su papel de reserva estratégica (léase: patio trasero). Ante la desaceleración de su empuje económico (el imperio no está muriéndose, pero comienza a ver amenazado su lugar de intocable a partir de nuevos actores como China o la Unión Europea), el área latinoamericana es una vez más un reaseguro para la potencia del Norte, apareciendo ahora como obligado mercado integrado donde generar negocios, proveer mano de obra barata y asegurar recursos naturales a buen precio, por supuesto bajo la absoluta supremacía y para conveniencia de Washington. De esa lógica se deriva la nueva estrategia de recolonización dada a través de la firma de los diversos Tratados de Libre Comercio -que, por supuesto, de «libres» no tienen nada-, acompañada por la ultra militarización de la zona, con una cantidad de bases como nunca había tenido durante el siglo XX.
La situación actual puede abrir la interrogante sobre cómo enfrentarse a ese poder hegemónico: ¿unirse como bloque regional quizá? Como dijera Angel Guerra Cabrera: «La victoria no concluye hasta conseguir la integración económica y política de América Latina y el Caribe. Y es que la concreción en los hechos del ideal bolivariano -como lo vienen haciendo Venezuela y Cuba en sus relaciones- es lo único que puede evitar la anexión de nuestra región por Estados Unidos y propiciar que se desenvuelva con independencia y dignidad plena en el ámbito internacional. Lograrlo exige la definición de un programa mínimo que agrupe en cada país a las diferentes luchas sociales en un gran movimiento nacional capaz de impulsar transformaciones antiimperialistas y socialistas». Seguramente ahí hay una agenda que las fuerzas progresistas no pueden descuidar: una integración real y basada en intereses populares, una posición clara contra mecanismos de ataque a la integridad latinoamericana como el Plan Patriota (ex Plan Colombia) o el Plan Mérida (para México y Centroamérica) y los nuevos demonios que circulan y pueden permitir el desembarco de más tropas: la lucha contra el narcotráfico y contra el terrorismo internacional, coartada perfecta para la geoestrategia del gobierno de Estados Unidos.
Esto nos lleva, entonces, a la reconsideración de las nuevas izquierdas en Latinoamérica, tarea impostergable y vital. La izquierda necesita hacerse un replanteamiento en tanto expresión de un pensamiento alternativo al capitalismo, a la lógica del libre mercado, a la sociedad de clases -crítica que no significa el desechar los ideales de cambio luego del derrumbe del socialismo europeo sino su profundización a partir de las lecciones aprendidas-. Preguntas, en definitiva, que podrán servir para reenfocar las luchas.
Si esa reformulación se hace genuinamente, deberá preguntarse qué es lo que está en juego en una revolución: ¿se trata de mejores condiciones de vida para la población, como se está dando en estos momentos en Venezuela con un reparto más equitativo de la renta petrolera, o hay que profundizar el poder popular y la construcción de una nueva ética? (en el país caribeño, por ejemplo, sigue siendo dominante la idea de los certámenes de belleza femenina, y el gobierno central destina 300 millones de dólares para apoyar a «su» piloto de Fórmula 1. ¿Eso es el socialismo del siglo XXI?) De tal forma, abriendo esos debates, deberá atreverse a buscar a tiempo los antídotos del caso contra los errores que nos enseña la historia; preguntarse qué, cómo y en qué manera puede cambiar lo que se intenta cambiar; hacer efectiva la máxima de «la imaginación al poder» del mítico Mayo Francés de 1968, hoy ya tan lejano y olvidado, como una garantía, quizá la única, de poder lograr cambios sostenibles.
En esa reconceptualización, sabiendo que nos referimos a Latinoamérica, es necesario retomar agendas olvidadas, o poco valorizadas por la izquierda tradicional. Heredera de una tradición intelectual europea (ahí surgió lo que entendemos por izquierda), los movimientos contestatarios del siglo XX ocurridos en Latinoamérica no terminaron de adecuarse enteramente a la realidad regional. La idea marxista misma de proletariado urbano y desarrollo ligado al triunfo de la industria moderna en cierta forma obnubiló la lectura de la peculiar situación de nuestras tierras. Cuando décadas atrás José Mariátegui, en Perú, o Carlos Guzmán Böckler, en Guatemala, traían la cuestión indígena como un elemento de vital importancia en las dinámicas latinoamericanas, no fueron exactamente comprendidos. Sin caer en infantilismos y visiones románticas de «los pobres pueblos indios» («Al racismo de los que desprecian al indio porque creen en la superioridad absoluta y permanente de la raza blanca, sería insensato y peligroso oponer el racismo de los que superestiman al indio, con fe mesiánica en su misión como raza en el renacimiento americano», nos alertaba Mariátegui en 1929), hoy día la izquierda debe revisar sus presupuestos en relación a estos temas.
De hecho, entrado el tercer milenio, vemos que las reivindicaciones indígenas no son «rémoras de un atrasado pasado semifeudal y colonial» sino un factor de la más grande importancia en la lucha que actualmente libran grandes masas latinoamericanas (Bolivia, Perú, Ecuador, México, Guatemala). Sin olvidar que Latinoamérica es una suma de problemas donde el tema del campesinado indígena es un elemento entre otros, pero sin dudas de gran importancia, la actitud de autocrítica es lo que puede iluminar una nueva izquierda.
Pensar que las izquierdas están renaciendo con fuerza imparable, además de erróneo, puede ser irresponsable. Si el «progresimo» actual puede llevar a plantear un «capitalismo serio», eso no es más que un camino muerto, o sumamente peligro incluso para las grandes mayorías populares. Pero creer que todo está perdido, es más irresponsable aún. En ese sentido, entonces, la utopía de un mundo nuevo no ha muerto porque ni siquiera ha terminado de nacer.
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