miércoles 14 de abril de 2010

Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)

No sé cómo ocurrirá en otros lugares pero en Cuba, según mi experiencia, en las disciplinas llamadas de humanidades, los jóvenes llegan a las sedes universitarias, relativamente bien preparados en el conocimiento de la historia de las sociedades y las culturas antiguas, aunque con carencias en el dominio de ciertas áreas de la contemporaneidad, especialmente lo referido a los procesos políticos de la llamada “historia reciente”.

El hecho no es atribuible exclusivamente a la docencia. Los muchachos y muchachas que ahora tienen 25 años, tenían diez cuando finalizó la Guerra Fría y el nombre de Gorbachov le es menos familiar que el de Hammurabi. No hay manera de explicarles el fin del socialismo real sin ponerlos al tanto de cómo comenzó aquel esfuerzo fallido.
Para despertar su atención les anuncio que se trata del mayor proyecto de ingeniera social concebido nunca y cuyo objetivo no sólo fue modificar el curso de la historia de la civilización, sino incidir sobre la naturaleza humana, creando no sólo una sociedad, sino también un hombre nuevo. Aquel esfuerzo terminó en el más grande de los reveses sufrido por la izquierda mundial. La magnitud del empeño explica la escala del desastre.
El fin de la Unión Soviética fue resultado de un proceso comenzado 70 años atrás, debido a lo que pudiera denominarse “fallas de origen” que, considerablemente agravadas, en el enrarecido clima de la II Guerra Mundial, se repitieron 30 años después durante la implantación del socialismo en Europa Oriental.
Los estudiantes, entrenados para la reflexión se interesan por averiguar por qué la Unión Soviética que sobrevivió a momentos extremos como: la Guerra Civil y la invasión extranjera, la muerte de Lenin, la pugna entre Stalin y Trotski por el poder, treinta años de stalinismo, la II Guerra Mundial y la Gran Guerra Patria, la desestalinización comenzada mediante un Informe Secreto de Nikita Kruzchov al XX Congreso del Partido, la ruptura con Maosedong y el conflicto chino-soviético, no pudo soportar la prueba de la perestroika y la glasnov, traducibles como rectificación y transparencia.
Aquellas crisis, cada una de las cuales contaba con enorme potencial aniquilador, reforzaron sus efectos por la intensa actividad internacional contra la Unión Soviética, que occidente desplegó en los campos económico, político, ideológico, cultural, científico técnico y sobre todo militar. Esa agresividad se expresó en la Guerra Fría, que empujó a la Unión Soviética a una carrera armamentista que a larga no pudo resistir.
A esas alturas, la exposición puede asumir un tono más conceptual y explicar que la primera y más costosas de las “fallas de origen” se asoció con limitaciones, errores e inconsecuencias de carácter teórico, relacionadas no sólo en la interpretación y aplicación de los preceptos marxistas, sino con su concepción misma.
Si bien es cierto que Carlos Marx se planteó los más decisivos problemas del desarrollo social, también lo es que no estaba en condiciones de descifrar todos los enigmas ni proporcionar todas las respuestas, entre otras cosas porque se referían a esferas que no formaban parte de sus estudios, ni era su obligación.
En la Ideología Alemana, una obra temprana, escrita en 1945, cuando con 27 años Marx protagonizaba su ruptura filosófica con el idealismo hegeliano y aun no había contraído compromisos políticos orgánicos, es donde de modo más amplio y detallado expone sus ideas acerca del socialismo y del comunismo. En esa obra Marx fue categórico: “Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actuales. Las condiciones de este movimiento se desprenden de las premisa existentes…”
Curiosamente esta obra, la más importante desde el punto de vista filosófico y político y la que de modo más integral recoge el pensamiento de Marx acerca del socialismo, fue publicada en 1932, ocho años después de la muerte de Lenin, que obviamente no la conoció y nunca se enteró de las esencias del pensamiento de Marx, entre otros temas nodales, acerca del socialismo y el comunismo.
Siempre que llegamos a este punto es obligado abrir un paréntesis para referir que los otros países socialistas también tuvieron sus propios traumas y sus crisis. El conflicto chino-soviético afecto a los asiáticos, no sólo políticamente sino económicamente, Polonia vivió las tensiones del levantamiento de 1956 y con 12 años de diferencia, en 1956 y 1968, los mismos húngaros y checoslovacos que habían saludado a los tanques soviéticos, los vieron rodar con los cañones desenfundados por Budapest y Praga, la segunda vez no como liberadores.
En este punto el tiempo se termina y hemos de dejar pendiente otras consideraciones. Después del exordio no queda otra alternativa que contarles como comenzó todo y enterarlos de los entretelones de la Revolución Bolchevique. Ese es otro tema y mañana será otro día.
Ver también:

El fin del socialismo: Causas y consecuencias (I)